“Opinar acerca de un escritor clásico es cosa fácil”, decía Cernuda. Lo sostienen siglos de valoraciones. A ello habría que añadir que en ciertos lugares, hay clásicos que son opinables aunque no se hayan leído, como ocurre en Córdoba con Góngora. En su ciudad, don Luis tiene que conformarse con ser un personaje ilustre que sirve para nombrar una calle de ‘shopping night’ sin que durante cuatro siglos se haya creado una sola institución que gravite en torno a su figura. El poeta –considerado el mejor de los españoles por Harold Bloom– tendría que haber sido un escritor o artista menor para que esto ocurriese. Y a eso se le llama miopía hiperlocal. O, más bien, una burla.
EN BLANCO
Sonaba raro por el descompás. Cuando cayó la primavera intuimos que con ella caería la Noche Blanca del Flamenco, cita de la que nadie decía esta boca es mía. Normal: no había un euro. Pero de repente, llega el anuncio: Kiko Veneno, Duquende, Tomatito, Estrella Morente y muchos más. Ole. Flamencos de altura en el firmamento de una gran noche al raso y al compás, cuya edición 2012 enlaza con la primera que acogió la ciudad -en junio del 2008- por su homenaje a Camarón.
UN BAÑISTA
El hombre río se mecía tranquilamente flotando sobre las aguas del Guadalquivir. El bañista –la nueva escultura espontánea de Miraflores, ese lugar- es su antítesis: está en tensión, activado y pillado justo en el momento de lanzarse al agua, sin importarle si el río lleva mucha o poca. Ambas acciones artísticas son la metáfora de una ciudad en dos tiempos. Las dos esculturas conforman la repuesta del arte callejero a la parte más institucional y alejada de la realidad de esta ciudad. La que prefiere coronar vírgenes y entregar trofeos de dominó (ambos actos en la agenda de los políticos este fin de semana), antes que pisar el suelo real de 2012.