blog - artículos, entrevistas, reportajes y crónica de marta jiménez

ARIZONA BABY


























Confieso que sucumbo cada vez que escucho la suntuosa voz de Howe Gelb en el ‘iPod’. Proclamo que me pareció un buen augurio que hace dos años el norteamericano, acompañado de una ‘Band of gypsies’, presentara en la Posada del Potro su experimento “Alegrías” –una nueva mutación del flamenco ‘made in Córdoba’, transición entre tradición y evolución-, llenando con su voz un futuro centro del flamenco aún vacío. Nada es casualidad. La antigua posada está situada frente a la que fue casa de Julio Romero, pintor del cuadro que ilustra y da nombre al trabajo más andaluz de Gelb. El músico  cerró el círculo el pasado jueves poniendo el punto y final a su gira internacional en un helado teatro Góngora (los recortes parecen haber llegado a la calefacción de los espacios municipales) que caldeó con palmas, guitarras y con los mordiscos de su voz.


Esta vez lo acompañaban menos ‘gypsies’ que al principio y faltó el maestro Raimundo Amador, así que el concierto transitó más por el desierto de Arizona que por las callejuelas empedradas de Córdoba. Pero resultó otro milagrito, como el disco. Howe, con polvo en sus botas, se acompañó de su productor Fernando Vacas, de los flamencos Juan Panki a la guitarra y Antonín Añil al cajón, y del contrabajista danés Thoger T. Land, para ir y venir por ese sonido mestizo tan intransferible, mixtura de country folk y flamenco. Comenzaron igual que el disco, por “4 Door Maverick”, un tema con el sabor de las producciones pasadas de Gelb. Llegó después la bossa que desprenden “The Ballad Of Lole y Manuel”, cantada muy a lo Gainsbourg o “Broken Bird & The Ghost River”. La libertad guió la noche de este rockero indie que ha elegido el camino de la improvisación en sus conciertos y en su carrera. Fue justo en el lugar donde se cruzan los ritmos mutuos de los gitanos y los rockeros donde nos encontramos. Y bajo nuestros abrigos, pudimos intuir el calor de la noche en una azotea del Juramento, donde nació este disco.

El arranque más flamenco estuvo en la intro de “Cowboy Boots on Cobble Stone”, una de las mejores, mientras que Howe jugueteaba igual con sus pedales que con su voz, yendo y viniendo al piano. Fue la imagen de este concierto híbrido. Y más allá, un disco para la historia con mujeres que ríen en la portada porque “saben lo estúpidos que son los hombres”, según Howe Gelb. Un músico enloquecido y tierno. Como la peli de los Coen que titula esta crónica.

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