blog - artículos, entrevistas, reportajes y crónica de marta jiménez

Intercambios

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Hubo una época en la que los oyentes “sentían” la radio. De esta forma tan poética se definía el acto de escuchar un aparato que acompañó a muchos vecinos durante tantas horas de su vida. El otro día nombré aquel antiguo modo de “sentir la radio” delante de una catedrática de lingüística y ella dijo, “qué forma tan bonita de decirlo”. Fue una pequeña burbuja entre lo viejo y lo nuevo. Entre lo culto y lo popular. Pensé que tal vez no era casualidad. Que en una época de miseria y plomo, los ciudadanos poseían la riqueza de sentir al otro, de vivir en comunidad de una forma más plena. Quizás nadie era consciente de nada de eso, ni siquiera de la poesía y la profundidad del imaginario que manejaba.

Ahora sabemos y necesitamos más. El mundo gira con menos centímetros de poesía y con menos gramos de sabiduría popular. Tampoco escuchamos y mucho menos, sentimos a los demás. De hecho, todo parece estar diseñado para sentir de mentira, para escuchar de mentira, para que cada cual se hunda en su trinchera. Y, ¿qué puede salvarnos? A lo mejor la respuesta está en la propia ciudad. En la bondad de sus espacios de encuentro. Vivimos en un producto cultural complejo y cargado de significados. Cada día construimos y destruimos cosas entre todos. No hablo de censos ni de actividad económica ni de actividad política. Solo confío en las posibilidades de intercambio de cada ciudad y de cada pueblo.

 

Lo que civiliza nuestra hermosa urbe es su comunidad. Así que brindo desde esta humilde columna por todos aquellos que optimizan las oportunidades de contacto organizando cosas aunque solo vayan cinco. Por los que apuestan por la diversidad y la mixtura funcionales y sociales, por los que multiplican los espacios de encuentro. La ciudad es una aventura a la que todos tenemos derecho. Por eso hay que huir despavoridos de la polarización global y local a la que apuntan todos los objetivos. Oler el sectarismo y combatirlo. Escuchar, o mucho mejor, sentir, al otro. Aunque no lo comprendamos. Puede que sea la mejor manera de desafiar el territorio. Y la vida.

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