blog - artículos, entrevistas, reportajes y crónica de marta jiménez

Juan Serrano: “No quiero estar en la élite de los creadores”

Juan Serrano (Córdoba, 1929) comenzó a ver el mundo sentado en una graílla  (escalón) de la calle Almonas (Gutiérrez de los Ríos, cerca de la Corredera). Ochentaytantos años después, este artista que estudió Veterinaria,  también arquitecto y activista, es todo menos  convencional. Para empezar viste su distinguido porte  de patricio con camiseta y deportivas, un atuendo coherente con un  discurso sobre el arte y la vida más cercano a un treintañero del 15M que al de cualquier burgués de su barrio.

Leer más –>

Cinecercano

 
 

Hoy, hablar y debatir tiene menos riesgo, pero hace la misma falta tanto difundir cierto tipo de cine como cambiar las cosas

Marta JiménezMarta Jiménez@radiomarta

Existen en la actualidad propuestas, acciones y reacciones que nunca habrían ocurrido de no ser por el escenario económico y social en el que estamos atrapados. Tal vez por eso algunas de las vías escape que se abren son tan sugestivas y atrayentes. La penúltima en Córdoba se llama “CineCercano”  o lo que es lo mismo, un grupo de gente cinéfila que echa de menos el cine de calidad, en versión original y en el centro de Córdoba. Lo de coger el coche -los que tienen la suerte de tenerlo- para ver películas en pantalla grande se ha convertido en una costumbre y esta asociación pretende recuperar el lujo de ir andando a ver una película en pantalla grande.

Leer más –>

EL PERIODISTA ROMÁNTICO



Rafael Romero Barros fue un extenso humanista cuya labor más desconocida se basó en defender el patrimonio a través de la prensa cordobesa de final del siglo XIX

Rafael Romero Barros (Moguer 1932-Córdoba 1895) fue, en realidad, muchos hombres. Lo asombroso es que todos destacaron en una sola persona con una sola vida: la de un extenso humanista. Su existencia giró en torno a la cultura de su ciudad de adopción hasta el día de su muerte, en la que trabajó por la musealización del patrimonio artístico, realizó restauraciones en la Mezquita y otros muchos edificios, investigó sobre arte, arqueología y urbanismo, pintó bodegones y paisajes, además de ejercer de pedagogo de grandes artistas de su tiempo, entre ellos sus propios hijos. La sombra de uno de ellos, Julio Romero de Torres, ha eclipsado injustamente la estela histórica de un hombre que llegó a Córdoba en 1862 como conservador del Museo Provincial, hoy Museo de Bellas Artes, localizado en el mismo solar donde vivió en la Plaza del Potro. Por ello, el Museo ha dedicado este 2012 a celebrar los 150 años de la llegada a Córdoba de este intelectual que revolucionó la vida cultural en la ciudad.
En aquel viejo caserón Romero Barros puso los cimientos de instituciones que hoy perviven radiantes, tales como el Museo de Pinturas, el Museo Arqueológico, la Escuela de Bellas Artes (germen de la actual Mateo Inurria) o el Conservatorio de Música. Rara vez alguien ha hecho tanto por la cultura y el arte en Córdoba como aquel hombre “de cabeza artística, de rostro enjuto con perilla, de mirada viva y penetrante, inquieto, locuaz e ingenioso”, como lo retrataba el periodista Ricardo de Montis.
Paralelamente a la abundante actividad de su día a día, Romero Barros escribió sobre lo que pensaba, lo que descubría y a las conclusiones que llegaba: realizó crítica de arte, interpretación arqueológica, restauración, difusión y defensa del patrimonio… todo ello con el gran altavoz que suponía la prensa local cordobesa de finales del siglo XIX. Tal actividad literaria ha sido olvidada por la historia, por mucho que el artista e intelectual decimonónico pusiera grandes esfuerzos pedagógicos para convertirla en “crónica periodística”, a través del principal periódico que se editaba en la ciudad durante los 33 años que aquí vivió: El Diario de Córdoba, cuyo subtítulo rezaba De comercio, industria administración, literatura y avisos.

LA MUJER ENCENDIDA
























El mundo es raro. Ha dado grandes milagros artísticos y muy pocos protagonizados por mujeres. Córdoba también es rara. De entre esos milagros, vio nacer a una directora de cine, la primera que se graduó como tal en España. Una dama tras la cámara que encontró su sitio en un mundo de hombres en el que, aún hoy, el 93% de los que hacen películas son directores. Josefina tiene uno de esos apellidos que nos gustaría lucir a cualquier ciudadana: el de pionera. En la Córdoba gris de los años sesenta dijo “mamá, quiero ser cineasta” y no la entendieron. Pero no le dio miedo ser guerrera en una época difícil para la batalla. Por tantas victorias, hoy lucirá un Goya de Honor tan cabezón como la actitud que ha mostrado a lo largo de su carrera.

Josefina Molina es una todoterreno que logró que Kafka, Ibsen, Lope de Vega o Dostoievsky se colaran en los salones de casa a través de los “Estudio 1” que dirigió en televisión.  Se enamoró del cine en el Góngora, con una película de Renoir y desde entonces, lo andaluz y lo universal han convivido en una carrera que ha mirado por el objetivo de su cámara a Averroes, Teresa de Jesús, Esquilache y, por poco, a Castilla del Pino. Lo injusto es que sea fácil que un hombre de 75 años pueda seguir haciendo cine, o lo que desee, y que una mujer no encuentre el apoyo financiero.

Por eso lo que más admiro en ella es la constante lucha por la libertad de las mujeres para tomar su camino. Desde su soledad de precursora, ha sabido entender que existe una mirada femenina, complementaria para descifrar al ser humano. “Los hombres no nos entienden cuando hablamos desde nuestro interior y nos apartan”, dice la directora, que aún lucha contra los corrosivos modelos de mujer de nuestro cine que nos llevan al  retroceso y a la sumisión. Así que por ser un espejo para la nueva generación, por su trabajada buena estrella y por su elegante humildad aplaudiré emocionada esta noche desde mi sofá a Josefina Molina. Y brindaré para que se sigan encendiendo mujeres como ella.