blog - artículos, entrevistas, reportajes y crónica de marta jiménez

Celosía

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La razón religiosa. Ni la razón conservacionista ni la patrimonial ni la arquitectónica ni la científica. La razón confesional es la que se ha acabado imponiendo en la primera –y espero que última- destrucción física que verán nuestros ojos en la Mezquita-Catedral. La futura puerta, anteriormente conocida como celosía de Rafael de la Hoz Arderius, se abrirá para dar un portazo al respeto por las leyes del patrimonio. Para dejar la imagen de la ciudadanía y de los políticos cordobeses de nuestro tiempo por los suelos, y para devolvernos la imagen de una Consejería de Cultura que vela por los derechos de la iglesia por encima de sus posibilidades.

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Voracidad

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La anterior comisión de patrimonio ya tumbó el proyecto de desmontar la celosía

Vivimos en una época de sospecha, así que me desnudaré: Me gustan las procesiones. Contemplarlas me parece una experiencia estética de primer orden que se encuentra atada a mi ADN. Que los pasos entren en la Mezquita-Catedral es de una espectacularidad intransferible a otros templos, aunque no lo viva, como tantos, desde un punto de vista confesional. Esta celebración trasciende lo religioso pese a quien pese. Dicho todo, considero una barbaridad desmontar la celosía de Rafael de la Hoz y sustituirla por otra falsa con utilidad de puerta para los pasos.

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Unesco

La ciudadanía y sus políticos, en vez de proteger este símbolo de interculturalidad y pedir su titularidad y gestión pública, lleva años permitiendo esta apropiación jurídica, histórica, simbólica y económica del edificio

Este año no escribiré una carta a Los Reyes Magos. En su lugar se la enviaré a sus Majestades de la Unesco, para pedirle a sus técnicos que sean benévolos y que exijan buenas prácticas en el gran símbolo de esta ciudad, la Mezquita-Catedral. En el 2014 se cumplirán 30 años de la declaración del templo como Patrimonio de la Humanidad y, como cada diez años, la Organización de las Naciones Unidas revisará el expediente de declaración de la Mezquita para comprobar que todo está en orden. Pero desde el 2006 todo es desorden.

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CELOSÍAS



Existe un espacio en el interior la Mezquita con una luz diferente. Una claridad tamizada que flota en el espacio más antiguo del templo, el de las primeras naves de Abderraman I. Ello se debe a la única intervención artística contemporánea en el edificio.


En 1972 Rafael de la Hoz Arderius diseño cuatro celosías en madera basadas en otras de piedra de la época de al-Hakam II, para cubrir cuatro arcos de la fachada al patio. Un hallazgo que intuye la luz andalusí. Hoy, estas celosías continúan en su sitio. El resto de los vanos están cegados porque son testeros de altares cristianos.

Pues bien, la idea del ilustre arquitecto intenta ser tumbada de nuevo por el Cabildo y la Agrupación de cofradías al rescatar el digno plan de que todas las procesiones –o las que puedan- lleguen a la Mezquita-Catedral en Semana Santa. La pretensión es que la entrada y salida de pasos del templo sea fluida, algo lógico, pero la única solución pasa por hacer abatible, o más bien de quita y pon, la celosía del extremo poniente. Lo que oyen.

Tras padecer la primero sutil y después aplastante insistencia en negar el carácter islámico-musulmán de la Mezquita, mi grito sigue en el cielo. Si nunca hubiera realizado la perversa visita nocturna al templo o no hubiera utilizado el baño construido en el mismísimo muro de la quibla, no percibiría dirigismo. Pero visto lo visto y oído lo oído, con esa constante semántica de anulación del verdadero valor del templo, este hecho sólo me parece un nuevo despropósito. Y van demasiados. Las celosías ya estaban en 1984, cuando la Mezquita se declaró Patrimonio de la Humanidad, así que deseo que este atropello lo frene o la Comisión Provincial de Patrimonio o quien quiera que le corresponda.

De la Hoz pensaba que los obispos nunca entendieron la Mezquita y que ello ha provocado a lo largo de la historia la peor de las ruinas: La de la Idea, refiriéndose al soporte conceptual del hecho arquitectónico. Pero lo verdaderamente inmanejable es nuestra esencia sincrética. Tanta, que muchos arquitectos consideran Dios al maestro de la Hoz.