El edificio antes conocido como C4 –nacido como una panal blanco a esta orilla del Guadalquivir- representa, como en la novela de Cela, la colmena de una ciudad que vive “una mañana eternamente repetida”. Hasta llegar a su tecnológica fachada-pantalla se partió de una secuencia geométrica muy sencilla “con la que se consiguen múltiples variaciones”, en palabras de uno de sus arquitectos, Enrique Sobejano. Lástima que esta teoría arquitectónica aun no se haya aplicado al contenido y al uso que tendrá el edificio.
LA BURLA INEXTINGUIBLE
“Opinar acerca de un escritor clásico es cosa fácil”, decía Cernuda. Lo sostienen siglos de valoraciones. A ello habría que añadir que en ciertos lugares, hay clásicos que son opinables aunque no se hayan leído, como ocurre en Córdoba con Góngora. En su ciudad, don Luis tiene que conformarse con ser un personaje ilustre que sirve para nombrar una calle de ‘shopping night’ sin que durante cuatro siglos se haya creado una sola institución que gravite en torno a su figura. El poeta –considerado el mejor de los españoles por Harold Bloom– tendría que haber sido un escritor o artista menor para que esto ocurriese. Y a eso se le llama miopía hiperlocal. O, más bien, una burla.
UN BAÑISTA
El hombre río se mecía tranquilamente flotando sobre las aguas del Guadalquivir. El bañista –la nueva escultura espontánea de Miraflores, ese lugar- es su antítesis: está en tensión, activado y pillado justo en el momento de lanzarse al agua, sin importarle si el río lleva mucha o poca. Ambas acciones artísticas son la metáfora de una ciudad en dos tiempos. Las dos esculturas conforman la repuesta del arte callejero a la parte más institucional y alejada de la realidad de esta ciudad. La que prefiere coronar vírgenes y entregar trofeos de dominó (ambos actos en la agenda de los políticos este fin de semana), antes que pisar el suelo real de 2012.
ARIZONA BABY
Confieso que sucumbo cada vez que escucho la suntuosa voz de Howe Gelb en el ‘iPod’. Proclamo que me pareció un buen augurio que hace dos años el norteamericano, acompañado de una ‘Band of gypsies’, presentara en la Posada del Potro su experimento “Alegrías” –una nueva mutación del flamenco ‘made in Córdoba’, transición entre tradición y evolución-, llenando con su voz un futuro centro del flamenco aún vacío. Nada es casualidad. La antigua posada está situada frente a la que fue casa de Julio Romero, pintor del cuadro que ilustra y da nombre al trabajo más andaluz de Gelb. El músico cerró el círculo el pasado jueves poniendo el punto y final a su gira internacional en un helado teatro Góngora (los recortes parecen haber llegado a la calefacción de los espacios municipales) que caldeó con palmas, guitarras y con los mordiscos de su voz.