António Zamujo posee un repertorio que tiene tanto de portugués como de jazz y bossanova, el músico alcanzó a ensanchar la tradicional banda sonora lusa de los poetas, el Chiado, el Tajo y los gatos en los tejados
Marta Jiménez@radiomarta
António Zambujo: Voz y guitarra.
Luis Guerreiro: Guitarra portuguesa.
Jon Luz: Cavaquiño y guitarra clásica.
José Miguel Conde: Clarinetes.
Ricardo Cruz: Contrabajo y dirección musical.
Hay quien no entiende el fado si no lo canta una mujer. Y las mujeres, que saben mejor que nadie cuánto pesa la tradición, se han rendido igual que los hombres y cualquier ser viviente que lo haya escuchado ante el maravilloso António Zambujo, un fadista joven del Alentejo (sur de Portugal) que cuando abre la boca hace que se pare el mundo. Un músico que ha logrado desconcertar el género personalizándolo a base de ternura, amor por la música y por las palabras. El jueves abrió el rinconcito que el Festival dedica este año a la guitarra y al fado en las alturas del Góngora, la sala Polifemo.
En formato quinteto, acompañado por instrumentos de cuerda –guitarra portuguesa, cavaquiño y contrabajo– y de viento –clarinete y trompetas–, Zambujo dibujó con sutil audacia, humor e inteligencia un Portugal transoceánico.
Con un repertorio que tiene tanto de portugués como de jazz y bossanova, el músico alcanzó a ensanchar la tradicional banda sonora lusa de los poetas, el Chiado, el Tajo y los gatos en los tejados. Música tradicional que se expande y que también se alimenta de lo que Zambujo escucha: Chet Baker, Tom Waits, Caetano Veloso o Nina Simone están en las corrientes invisibles que recorren unas depuradas canciones llenas de personales arreglos y aéreas atmósferas, en las que se nota que el clarinete fue el instrumento de su infancia.
En una silenciosamente entregada sala Polifemo Zambujo le cantó a una ciudad que visitaba por primera vez en su vida. Sin heterodoxias ni revoluciones. Con la elegancia de una voz que es instrumento al servicio de las palabras y con la deferencia de dirigirse al respetable en perfecto castellano, esa cortesía que no es de ida y vuelta ni con nuestros vecinos ni con nadie, el músico nos invito a navegar por su mar de reinvención. Ese que asegura haber construido con un pie en el suelo, conociendo en profundidad lo existente, y otro en el aire. Tras los guiños, los hubo a Vinicius de Moraes, a la polifonía del Alentejo y a Amalia Rodrigues, vino la aclamación y el público pudo comprobar que nunca había salido con menos saudade de un concierto de fados. Es lo que tiene ser contemporáneo y sincero.