“Hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y… compañeros de partido”. La memorable frase es de Giulio Andreotti, el político demócrata cristiano que estuvo en el centro de la política italiana durante la segunda mitad del siglo XX y al que Paolo Sorrentino retrató en Il Divo. Una película que en 2003 nos puso un espejo que reflejaba la “italianización” que empezaba a sufrir la política española, salvando las escasas distancias.
Entre las imágenes que nos devolvía aquel filme estaba la del enorme poder que manejan los partidos políticos y lo fácil que resulta que las estructuras de algunos de ellos se conviertan en bandas mafiosas pobladas de bandidos, más que en servidores públicos y guardianes de la Democracia. Y es ahí donde emergen los “compañeros de partido” que citaba Andreotti como las ratas que abandonan el barco que se hunde o a un compañero que muere políticamente. Justo lo que retrata El Reino.