¿Pero por qué no me habré ido al igual que muchos cordobeses? De hecho, ¿por qué nos tendríamos que haber marchado?
¿Por qué no te has marchado de Córdoba? Creo que esa es la pregunta que más veces me han hecho a lo largo de mi vida. Una cuestión que a cada golpe me convertía en una especie de ser exótico, alguien que, aún perteneciente a una generación de diáspora, ni siquiera ha vuelto porque nunca se ha marchado. Entiendo que en tal elección existe un vacío al igual que una riqueza, lo mismo que en cualquier decisión que uno toma en su vida. Nunca me he parado a pensar en el por qué no me he ido. Hasta esta campaña electoral.
Se han oído tantas promesas, ocurrencias e ideas sobre Córdoba como ciudad ideal que, sumadas de forma deconstruida, he de reconocer que algunas de ellas se acercan a la ciudad con la que sueño: como la de conservar un río vivo; crear hábitos culturales para los ciudadanos; convertir a Córdoba en una ciudad de pensamiento crítico y conocimiento; potenciar el aeropuerto; crear un modelo turístico como el de París o Florencia; aspirar a ser capital verde; construir un “espacio mágico contemporáneo” para “un lugar mágico” (Miraflores, de nuevo) y un eterno etcétera que nos devuelve una imagen de la ciudad más parecida a Brujas que a Córdoba. Casi ningún candidato ha declarado que se pondrá a disposición del ciudadano. Y esa es la clave del buen gobierno.
¿Pero por qué no me habré ido al igual que muchos cordobeses? De hecho, ¿por qué nos tendríamos que haber marchado? Aparte de que aquí vivan familia y algunos amigos, da gusto que la vida te sorprenda en cada esquina, que sea el único lugar en el que puedas decir “voy a casa” y donde exista gente que practica el activismo ciudadano. Una ciudad con vida golfa y menos golfa, con cada vez un mayor espacio público de cooperación, donde se añora más mestizaje y de todo tipo y en donde las rosas que crecen en el subsuelo envían buena energía. En fin. Porque es la ciudad de nuestra infancia y la de nuestra historia. Y porque muchos se han tenido que marchar a su pesar.