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Oratoria

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La profundidad de los debates universitarios suponen una revolución educativa

Peitho fue la diosa griega de la persuasión. Como tal, acompañaba a Afrodita, diosa del amor, en su séquito porque ¿qué es la belleza sin la palabra? Este julio se ha convertido en la diosa del debate, ya que habita en Córdoba desde el lunes, en la sede del Campeonato Mundial de Debate Universitario en Castellano. Un lugar donde medio millar de jóvenes de medio mundo argumentan y persuaden en torno a mociones de calado, tales como si los ciudadanos a la hora de votar deben pensar en sus propios intereses frente a los de la comunidad o si el comercio colaborativo genera más beneficios a las personas de menos recursos.

La oratoria es el arte de convencer a través de la lógica y las técnicas de comunicación. Por un lado, lo que importa en el debate universitario es el debate en sí y no en lo que se cree. La posición a favor o en contra que toque defender aleatoriamente a los oradores les abre la mente a analizar e incluso defender puntos de vista que jamás se plantearían. Y por otro, en un momento en el que los debates están tan polarizados, con las tertulias de la tele pareciendo puro espectáculo intranscendente y los políticos de toda la vida unos oradores torpes, la profundidad de estos debates universitarios suponen una revolución educativa. Y no es cosa de frikis elitistas, más lo contrario, ellos son la minoría resistente a una juventud, la española, con desdichadas habilidades comunicativas.

Porque aquí, en realidad, a lo que se invita es a pensar. A cuestionarlo todo. Escuchando a los universitarios debatir, como receptora de sus mensajes, una reflexiona sobre cómo cada día estamos siendo influidos por otras personas «de autoridad moral» (política, religiosa, publicitaria, periodística o chamánica), una conciencia que sirve de gran ayuda para estar alerta de que la persuasión sea beneficial para nosotros y no para que el que persuade. Ser convencidos pero no vencidos. Partícipes pero no cómplices. Una conquista complicada pero de una gran belleza moral.

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