Perderle el respeto a sus árboles era lo último que le quedaba a este país.
Marta Jiménez@radiomarta
Esta columna no va de alergias a un polen. Sino de alergia a la especulación y al expolio. A la crisis de valores que nos invade. En los últimos años se ha puesto de moda en España arrancar olivos milenarios, venderlos por un pico y trasladarlos, o bien a los jardines de una villa de lujo en la Costa Azul o al vestíbulo de la sede de una gran empresa alemana. Perderle el respeto a sus árboles era lo último que le quedaba a este país. Y encima no a un árbol cualquiera, sino a un cultivo fundamental del pueblo mediterráneo. Un símbolo que es la patria de muchos.