«Que la tierra te sea leve» Con esta poética locución los romanos despedían al difunto en sus epitafios. Muchas de estas inscripciones se conservan en la zona funeraria de nuestro Museo Arqueológico, el gran museo de la ciudad que a partir de mañana cobra una nueva dimensión con la apertura de su ampliación.
No sabría decir muy bien si se trata de un museo sobre los restos de un teatro romano o de un yacimiento del siglo I d.C. sobre el que han construido un edificio del siglo XXI. La tierra ha sido leve sobre algunas partes del antiguo coliseo de la Colonia Patricia. Asimismo, la mano contemporánea ha actuado de forma sensible a la hora de reintegrar los restos en un espacio en el que penetra, a través de los ventanales, la antigua “ochestra” hoy fosilizada en la plaza de Jerónimo Páez.
El acierto es que se trata de un edifico lleno de contenido en su interior y con un moderado exterior. Las energías no se han puesto en la representación de la arquitectura del poder, sino en la estratigrafía de la historia de la ciudad dentro de un estupendo espacio musealizado. No se ha querido que el continente se coma al contenido. Ni falta que hacía.
Ya Corduba construyó este teatro como representación del poder de su tiempo queriendo emular a Roma. Dos mil años después los restos del teatro hacen que este museo sea único en España gracias a un proyecto de integración que se puede poner en paralelo con la Cripta Balbi de Roma, el Museo Nacional Romano.
Así que a lo mejor ahora lo que se querrá es emular a este museo. O mejor aún, que en Córdoba se tome por fin conciencia del poder revalorizador de la arqueología en cualquier espacio, sea público o privado. Aun así, dudo que la ciudad posea nunca el Museo Arqueológico que merece. No puede existir un espacio tan enorme para albergar los restos que atestan el Silo ni los que están por aflorar en un subsuelo tan vivo.