En un patio con cine de verano ocurren muchas cosas incluso con el proyector apagado. A la caída de la tarde, cuando se riega el albero, se limpian sillas y mesas y se fríen las patatas para las tortillas de los bocatas de la primera sesión, en el Coliseo de San Andrés suena el canto de los ruiseñores, el rumor de la brisa y el tañer de alguna de las campanas de las iglesias vecinas.
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