Si cualquiera de las cinco ciudades competidoras a ser Ciudad Cultural acogiera mañana la gala de los Premios Max, nos tiraríamos de los pelos. Saldrían sapos y culebras de todas partes hacia nuestros gobernantes por haber perdido semejante ocasión en semejante momento. Intuyo que es justo lo que estará ocurriendo en las capitales enemigas íntimas.
Pero será Córdoba la que extienda mañana la alfombra en el Bulevar para la fiesta del teatro español. Antes, destapará su caja negra el Teatro Góngora, ese nuevo espacio en la azotea del edificio restaurado por Rafael de la Hoz, con el buen augurio de acoger los “Maximinos”, antesala a estos premios del teatro y la danza. Puede que todo ello sólo sea una mínima pieza del engranaje que trabaja por nuestro objetivo capitolino, pero es un fragmento que encierra alta cultura y proyección, en la 2 de TVE nada menos, con las dosis justas de fuegos artificiales.
Porque a los Max se asocian nombres como el de Joan Brossa, autor de la manzana con antifaz que se llevarán los ganadores. También el de Barbara Lennie, Carlos Hipólito, Israel Galván, Francisco Nieva, Cristina Hoyos o Víctor Ullate, candidatos en esta edición junto a compañías como La Abadía o Dagoll Dagom.
Pero sobre todo planea Max Estrella, el protagonista de “Luces de Bohemia” de Valle-Inclán. El poeta miserable que definió el género del esperpento, el mismo que deforma la realidad con rasgos absurdos y grotescos. De realidades deformadas sabemos mucho en esta ciudad ahora más que nunca. De teatro también, pero del malo. El que sitúa a nuestros políticos como actores de la escena electoral con poco público y escaso texto.
A ver si respirando mañana algo de este mecanismo teatral se nos pega algo y nos da por potenciar la creación y la vida cultural en serio. Por si acaso, mucha mierda para todos.
