Gracias Medel por haberme enseñado que la poesía es para todo el mundo aunque solo unos pocos lo sepan. Y porque Dios ya no sea una niña asustada
Marta Jiménez@radiomarta
Ayer el 2 y el 6 subían con mayor alegría que de costumbre por la calle Realejo. Las aceras de Sagunto, El Cairo y Cartago hacían brincar sus losetas en señal de aplauso. Las mesas y las sillas de la Biblioteca Central lucían orgullosas, justo igual que las butacas de la Filmoteca y alguna de las aulas del verdiblanco instituto Blas Infante. Las pastelerías de Lepanto hornearon sus mejores dulces y hubo fiesta en el parque de los ‘Telettubies’ y en todos los Rafaletes. En la avenida de Barcelona las terrazas se adornaron con hortensias: ascenso, pulgón y caída.
Tan lejos y tan cerca del barrio, la ciudad y hasta la capital del reino, en China y Polonia se danzó alrededor del fuego y se realizaron plegarias por las mujeres solteras. Lugares que no existen como la calle de los Misterios o el Centro de Estudios Gongorinos encendieron antorchas, y un Federico que nadie sabe donde está, y que con 28 años escribía odas a Dalí, supo que una niña cordobesa se enamoró de la poesía al encontrar sus versos en la estantería de casa de sus padres. Aparte de todo eso, dos libros, ‘Mi primer bikini’ y ‘Tara’, se miraron esta semana de tú a tú para darse cuenta de que las luces de uno y las sombras del otro pueden coexistir en armonía.
Las musas llevan mucho tiempo brindando por Elena Medel. Esta semana han invitado al resto de los mortales gracias al Loewe Joven, el más prestigioso galardón de poesía en este país para los menores de 30 años. ‘Chatterton’ me suena a campiña inglesa por mucho que ella diga otras cosas (más cultas, claro) y yo solo pueda imaginar a la poeta caminando por la Provenza. Por este poemario Elena se ha llevado el balón de oro de los versos, así que a partir de ahora, cuando le pregunten si escribe, responderá siempre que sí. Gracias Medel por haberme enseñado que la poesía es para todo el mundo aunque solo unos pocos lo sepan. Y porque Dios ya no sea una niña asustada.