El sociólogo polaco Zygmunt Bauman planteó en el 2006 que en las sociedades avanzadas producimos más información en un año que la generada por la humanidad a lo largo de toda la historia. Viniendo de semejante fuente, el dato me parece tan literal y fiable como una locura. Al recapacitar sobre mi particular aportación a este caos, descubro una ruidosa producción, intercambio, subidas y bajadas de la red o almacenado variado tan solo durante esta semana. El experimento me ha ayudado a comprender e incluso a unirme a esa sensación de abandono que acompaña cada vez a más ciudadanos frente a tanto saber. Tenemos el mundo a nuestros pies, estamos hiperconectados y a la vez dispersos y caminando -¿irreversiblemente?- hacia la ignorancia.
‘La sociedad de la ignorancia’ encierra un conjunto de ensayos escritos por cinco autores que plantean, de forma global, cómo a más información, menos conocimiento y casi nulo pensamiento. El libro, que posee más preguntas que respuestas, proyecta, entre otros mil asuntos, la posibilidad de construir un discurso propio frente a tanta información inmediata y compleja, reconstruir ideas dando de lado a lo que llaman infoxicación. Se trata de un texto inteligible y nada superfluo que reflexiona sobre un mundo lleno de expertos sin vocación de ser sabios.
Tres de sus autores –Gonçal Mayos, Antoni Brey y Marina Subirats– conversarán el lunes en la Biblioteca Central, uno de los pocos espacios cordobeses que organiza debates de ideas con cabida para todo el mundo. Los pensadores llegarán a una ciudad con débil fe en el progreso, cosa que aprovecha la autosatisfecha ignorancia de su obispo –¡citando a Simone de Beauvoir!– en su cruzada por frenar la evolución de las mujeres como sujetos libres. Y es que también la ignorancia es la base del conocimiento. Por eso una sociedad con este segundo apellido, desde luego aquí y ahora, me da que se convierte en una gran utopía.