“El primer amor no tiene arquitectura”. El verso está escrito a boli en cuartilla cuadriculada, enmarcado y encaramado a un árbol de la calle Cruz Conde. Los pasos sin rumbo me han llevado hasta él saltando a un mundo paralelo porque mi primer amor poético tuvo la arquitectura de Las afueras , diseñadas por Pablo García Casado. Me lo regaló y me lo quitó esta ciudad. Un libro sin puntos ni comas, como una casa sin puertas ni ventanas, con versos llenos de imágenes disparadas con cámara de fotos. Era joven y me sentía sola. Fue en marzo del 97.
Aquella alteración de las periferias de García Casado se ha mudado al centro quince años después. Sus escasas metáforas han amanecido en calles y plazas nuevas. En una ciudad distinta gracias a una acción extremadamente estética: poemas que se suben a once árboles o reposan sobre las raíces o se pegan a las cabinas telefónicas de la peatonalísima Cruz Conde. Viandantes que leen y caminan. Vasos de cerveza con versos en El Correo. La matrícula CO-2251-K bañada en espuma. La ciudad sublimando lo que no se sabe ni cómo ni dónde ni por qué. Lo que tiene algo de secreto. Como un libro que sobrevive tanto tiempo a base de pan y ternura. Como un atrevimiento pirata recreado bajo la luna. La poesía sigue moviendo a Córdoba en los tiempos del subsuelo. Existen habitantes que regalan cosas. Poesía tan intermitente como la vida.Bookcrossings . Que todos los días sean sábado por la mañana.
Pero hoy es domingo y amanezco con gratitud a Pablo por seguir descorriendo las cortinas de los adentros. A los piratas por volver a creer en los cuentos de hadas, las que no son madrinas sino que te muestran el lugar más hermoso. Ese en el que suenan canciones de Expertos Solynieve y de Astrud que os delatan un poco. Y si no creen en lo que escribo acudan a las Tendillas y aprendan a verla desde su otro nombre. En el Correo encontrarán Las afueras colgando de un hilo.