L’elisir d’amore suma talento para una producción austera y colorista, inteligente y jocosa. Mucho más que digna: deliciosa
“Andalucía ha sido y sigue siendo representada de manera tópica y falsaria”. Le tomo prestadas estas palabras al cineasta Alberto Rodríguez para suspirar que no todo está perdido. Que la realidad cultural cordobesa será desalentadora, pero es que existen realidades paralelas. Lo hemos vivido este fin de semana de toscos cohetes llamando la atención sobre una romería (¡a las 8 de la mañana del domingo!) que quedaron –metafóricamente– eclipsados por la belleza del bel canto de un tenor y una soprano cordobeses, en una brillante producción del Gran Teatro y el Villamarta de Jerez de la ópera L’elisir d’amore de Gaetano Donizetti.
En ella, Nemorino, su ingenuo protagonista, cumple su sueño: conquistar el amor de Adina. Una historia simbólicamente paralela a la del tenor Pablo García-López, un joven seguramente ingenuo cuando estudiaba en el Conservatorio de Córdoba, en donde descubrieron sus dotes para el canto, y que tras años de dura formación lejos de casa –ahora vive en Berlín–, de sangre, sudor y lágrimas cantando por el mundo, ha hecho realidad protagonizar su primera ópera de tenor en su ciudad justo como quería: en su teatro y con su orquesta. Rodeado de grandes cantantes, como la protagonista Auxiliadora Toledano, espléndida soprano también cordobesa. Con la Orquesta de Córdoba y el Coro Ziryab, maravillosos actores de la Escuela de Arte Dramático y la dirección escénica de Paco López. Una suma de talentos para una producción austera y colorista, inteligente y jocosa. Mucho más que digna: deliciosa.
Al sentarse Pablo en la corbata del escenario a cantar la famosa Una furtiva lagrima , mientras cortaba la respiración del patio de butacas, por la mente de algunos cruzó la alegría de la inversión en talento en la ciudad, por muy escasa que haya sido. De otra manera no hubiese podido ocurrir el pequeño milagro de esta ópera. Una producción que se merece girar por más escenarios y ayudar a restituir algo de confianza en nosotros mismos. Porque ni de lejos el tópico se ajusta a las realidades de esta tierra. Y en esas estamos, revisando nuestro ideario.