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Ocurrencias

Tras una década de política estatuaria en la ciudad también decimonónica –de mujeres con cántaro a la fuente y regadoras de patio con redecilla– la puntilla la pone este militar fundador de la ciudad

Marta JiménezMarta Jiménez@radiomarta

El final de la gestión cultural de los últimos gobiernos del Ayuntamiento y la Diputación ha sido de traca. Comenzando por la institución provincial y tras una delirante gestión de la Fundación Provincial de Artes Plásticas, que parece haber dado la bienvenida al último cuarto del siglo XIX, decidieron abrir, que no inaugurar, aprisa y corriendo el Centro Botí en la calle Manríquez. Tras 10 años de obras y 2 millones de euros, el equipamiento abre, tal y como ha denunciado el sector artístico, sin contar con modelo de gestión o dirección artística. Tan solo con una donación de obras de Rafael Botí por parte de su familia. Un pintor, con todos los respetos, intrascendente en su influencia comparado con otros artistas o grupos cordobeses universales que viene a confirmar la filosofía del político contemporáneo: obviar la singularidad y apostar por lo que existe en todas partes.

En lo municipal y tras la digna gestión cultural del último mandato, amanecemos una mañana preelectoral con un efebo de mármol de carrara que dice ser Claudio Marcelo, con pose de rompimiento de gloria, junto al templo romano. Tras una década de política estatuaria en la ciudad también decimonónica –de mujeres con cántaro a la fuente y regadoras de patio con redecilla– la puntilla la pone este militar fundador de la ciudad que en nuestro imaginario vestía con coraza y sandalia, y no con semitoga y peinado “de carrera oficial”, como apunta el arqueólogo Antonio Monterroso en un artículo obligado en el digitalArsOperandi .

Por esto y por mucho más considero de justicia poética que los veraniegos Olimpia, Delicias y Fuenseca ya no estén en manos de Sandokán, gracias a una subasta pública, y estén a salvo con la empresa que gestiona estos cines desde los 80, Esplendor Cinemas . Porque, recordemos, quien ordenó demoler cines como el Magdalena o el Fuensanta en su día fue su dueño: el Ayuntamiento.

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