Tras una década de política estatuaria en la ciudad también decimonónica –de mujeres con cántaro a la fuente y regadoras de patio con redecilla– la puntilla la pone este militar fundador de la ciudad
El final de la gestión cultural de los últimos gobiernos del Ayuntamiento y la Diputación ha sido de traca. Comenzando por la institución provincial y tras una delirante gestión de la Fundación Provincial de Artes Plásticas, que parece haber dado la bienvenida al último cuarto del siglo XIX, decidieron abrir, que no inaugurar, aprisa y corriendo el Centro Botí en la calle Manríquez. Tras 10 años de obras y 2 millones de euros, el equipamiento abre, tal y como ha denunciado el sector artístico, sin contar con modelo de gestión o dirección artística. Tan solo con una donación de obras de Rafael Botí por parte de su familia. Un pintor, con todos los respetos, intrascendente en su influencia comparado con otros artistas o grupos cordobeses universales que viene a confirmar la filosofía del político contemporáneo: obviar la singularidad y apostar por lo que existe en todas partes.