LA FRAGUA/THE FORGE
En un lugar de los Pedroches llamado Belacálzar, en la periferia de cualquier núcleo artístico, existe un espacio universal y suspendido en el limbo destinado a forjar el talento de artistas de cualquier disciplina mediante la naturaleza, el territorio, la historia, el pueblo y el inmueble que los acoge, el Convento de santa Clara. Ese lugar se llama La Fragua/The Forge y acaba de cumplir su primer año de vida. Se trata de una residencia de artistas, centro de creación, enseñanza y exposición que ha transformado un edificio histórico abandonando en un laboratorio creativo y su espacio exterior en un huerto jardín “agroartístico”. Lo mejor es que se trata de otra aventura independiente en estos tiempos mutantes, con una inversión gradual tan razonable que promueve el mecenazgo. Un desvío por otros caminos que también llevan a la cultura.
Alguien ya ha definido al proyecto como una hermosa anomalía y en su primer año ha demostrado que ni es efímero ni inalcanzable. El convento ha convertido sus antiguas enfermerías –de muy interesante arquitectura- en espacios expositivos-performativos. Los artistas que allí residen duermen en la Casa de Manolo, el inmueble que un profesor de la Sorbona donó para el desarrollo de la cultura en su pueblo. Allí, con vistas al Castillo, han contemplado el amanecer a lo largo de este año un compositor japonés, una bailarina austriaca, una poeta filipina o un pintor alemán, entre otros. Por allí han pasado desde el gran Israel Galván bailando “solo”, hasta una pandilla de monjas clarisas que disfrutaron de una exposición.
El aniversario de La Fragua se celebra con la muestra colectiva y multidisciplinar “Recuerdo de aquel mito delirante”, una metáfora de este experimento convertido en uno de los grandes acontecimientos de la cultura cordobesa en 2011. Un sueño sin miedo, que asumió riesgos y que ha generado un movimiento creativo y transformador a su alrededor. Un lugar inspirador.