Casa solariega abandonada y dañada en la calle Caldereros de Córdoba |
Soñaba con que este día nunca llegase. El momento en que las casas solariegas, las portadas, los conventos, los palacios, los portillos y los patios recónditos de nuestra laberíntica trama urbana comenzaran a quejarse en voz alta. A escupir sus tejas, a abrirse las techumbres para dejar entrar la lluvia y las palomas, a agrietarse para llamar la atención del paseante. Durante la Córdoba de la bonanza muchos inmuebles de la Medina y de la Axerquía ya llevaban décadas abandonados mientras se multiplicaban los que comenzaban a estarlo. Pasear ahora por el casco histórico convierte las políticas de protección del patrimonio de aquellos años en un decorado tan falso como esa fachada mudéjar de la plaza del Indiano que esconde pisos del desarrollismo.
“Voy por una ciudad que desconozco”, escribió Castilla del Pino en su diario ‘Tagebuch’, donde anotaba sus sueños. Este sueño era de 1972 y en él vio el palacio de la plaza Conde de Priego reducido a escombros. Un sueño que, acompañado de su correspondiente realidad, empujó al psiquiatra a escribir su artículo ‘Apresúrese a ver Córdoba’ en ‘Triunfo’, en donde no solo denunciaba la dejadez en torno al patrimonio sino la destrucción por parte de una mano especuladora.
40 años después seguimos con la misma desidia y dejadez, pero en un marco de superprotección. Y el Portillo de San Francisco ha puesto en su sitio dicho marco. Así que si los propietarios de los inmuebles abandonados no pueden protegerlos, ¿serán infinitas las arcas municipales para intervenir en tantos edificios que comienzan a quejarse? “¿A quién pediremos noticias de Córdoba? Porque las piedras que amabas a la tarde han sido derribadas (…)” dedicó García Baena a Castilla del Pino en el poema ‘Córdoba’. Gente sensible de la ciudad da la opción en la red de colgar en un mapa todos los edificios abandonados (diponibleencordoba.colaborativa.eu). Y curiosamente ese mapa de nuestra ruina está lleno de edificios contemporáneos.