En una plaza de Córdoba se puede admirar uno de los monumentos que tienen el honor de figurar en la antología del mal gusto mundial. Se trata del enorme conjunto escultórico que homenajea al matador de toros Manolete en la Plaza del Conde de Priego, en el barrio de Santa Marina, donde se crió el torero.
El monumento figura en la lista de ‘Kitch. An antology of bad taste’ que publicó en Londres Gillo Dorfles en 1969. Y es que Manuel Rodríguez Sánchez no ha tenido demasiada suerte con los homenajes contemporáneos que le han brindado los círculos extrataurinos. El último que no le hace justicia es el recién estrenado filme dirigido por Menno Meyjes que nos narra los últimos años de la vida del diestro cordobés, cuando se acaban de cumplir 65 años de su muerte en Linares. ‘Manolete’ ha llegado a la cartelera española seis años después de terminar su rodaje a causa de toda clase de problemas: embargos, dificultades financieras y denuncias judiciales. Llega tras haberse estrenado en diversos países –incluso en DVD o con pases en aviones- y haber cosechado pésimas críticas.
En Córdoba, la ciudad del torero, la película llegó tan solo a una sala de multicines que no se ha llenado ningún día. Aunque todo cambió a las dos semanas del estreno cuando el hermoso Coliseo de San Andrés, uno de los históricos cines de verano situado a dos pasos del barrio de Santa Marina, la programó consiguiendo que la unión de noche al fresco, bocadillo de tortilla y película muy esperada arrastrara a centenares de cordobeses a juzgar por sí mismos si la cosa era para tanto. Y es que en la ciudad de Manolete había mucho morbo por conocer cómo se había abordado la vida del mito, a pesar del rechazo que al principio produjo que ni una sola escena del filme se rodase en su casco histórico. Ni siquiera hubo tomas de recurso. Nada. La productora Lolafilms prefirió recrear las callejuelas de la ciudad de la mezquita en Cádiz y Carmona, y los espacios interiores en Alicante.
En el lado taurino cordobés están los círculos “manoletistas”, en donde no querían que la película se estrenase ni en pintura. Capitaneados por Manuel Benítez ‘El Cordobés’, muchos aficionados llevan años criticando el hecho de hacer una película de toros sin tener la más mínima idea de la fiesta. Para colmo, que el torero se desayune una raya de coca en la primera secuencia, que el filme destaque su pusilanimidad y recree demasiadas escenas de sexo con Lupe Sino, además de contar múltiples inexactitudes biográficas del diestro, no ha hecho si no avivar la llama.
Para Fernando González Viñas, director del Boletín de Loterías y Toros, revista tauro-literaria editada en Córdoba, “el director (un brasileño) se ha leído el libro ‘Espejo de la Tauromaquia’ (1937), de Michel Leiris, y ha pretendido llevar esas imágenes simbólicas (los olés son orgasmos, la lucha de sexos en la plaza, la erótica del toreo) a la pantalla. Claro que el director ni tiene idea de lo que es una pantalla ni de qué es la erótica”.
A todo ello se suma que ninguno de los actores protagonistas haya promocionado la película. Empezando por el hermano mellizo de Manolete, Adrien Brody, muy elegante según algunos entendidos a la hora de darle muletazos al toro mecánico que se utilizó para las escenas del toreo, ni Penélope Cruz, quien recientemente ha concedido entrevistas a medios...
Dicen los expertos que la mayoría de los sueños que se recuerdan ocurren durante la fase REM, esa en la que nuestros ojos se mueven con rapidez bajo los párpados. Una etapa que también se la conoce como sueño paradójico porque el cerebro está muy activo pero toda la masa muscular se encuentra relajada, casi paralizada. En un sueño similar se ha debido convertir esta ciudad para otro Rem, Koolhaas, millones de euros mediante. Al arquitecto holandés debe haberle embargado el extraño sentimiento de que su primer edificio proyectado en España –en Miraflores, futuro campo de patatas- cayese en un sueño paradójico al ser activo como símbolo contemporáneo de una ciudad milenaria, pero pasivo por quién debía impulsarlo, la masa política.
‘Out of time’ fue el disco más exitoso de un tercer REM, un grupo de Georgia que definía en su título el hecho de estar fuera de tiempo. Como cada cosa tiene el suyo, el de Koolhaas en Córdoba acabó hace unos años y en el tiempo nuevo, más sostenible y sensato, resultaría económicamente salvaje trazar su línea horizontal al otro lado del río. Me apena porque ya nunca sabremos cómo este edificio hubiese transformado la ciudad, tocada por el genio de un Rem arquitecto capaz de llevar turistas hasta para ver una tienda. La que diseñó para Prada en el SoHo neoyorquino, un espacio donde el consumidor se siente una estrella aunque no compre nada.
Oporto inauguró su obra más relevante, La Casa da Música de Rem Koolhaas, un año después de que celebrase la Capitalidad Cultural. Aquí nos quedamos sin lo uno ni lo otro, pero tenemos mucho por delante. Un futuro en donde se quiere llevar al turismo de congresos a un espacio que, aunque transformado, fue cimentado por Arenal 2000 con el nombre de Miguel Castillejo –pesadillas REM del pasado-, y con vistas a dos grandes superficies. Una metáfora de las alucinaciones cordobesas, típicas de la transición entre el sueño y la vigilia. En realidad, de las promesas electorales. Ese sueño de la política que sólo produce monstruos.