Desde luego que hay otros mundos. Y están en este. Además, muy cerca. No hace falta escapar ni de la funámbula Europa ni de la abollada España ni de la hundida Córdoba para toparse con ellos. Esos otros universos están en una pantalla, sea grande o pequeña y en una página impresa. En una biblioteca o en una filmoteca. En la sagrada ficción sin la que muchos no podríamos sobrevivir. En días de precipicio como estos siempre habrá una película, una serie o un libro que nos acompañen y que nos alimenten como un suero vital. Una ficción invencible a los recortes.
En mi caso hay novelas y películas y series que me han construido como persona. Que han sido mi familia, mi universidad y mi calle. Que me han enseñado a enfrentarme, con más o menos éxito, al mundo. Vayan dos ejemplos: Mujeres ficticias como Madame Bovary y Anna Karenina mostraron escenarios futuros cuando era adolescente y acompañaron en algunas rupturas; hoy, con McNulty, Omar y el gran mosaico de vidas cruzadas que es The Wire, he visualizado nuestro pequeño gran papel dentro de la ciudad contemporánea. Vivir la vida de otros a través de grandes personajes de ficción regala empatía y civilización. Por eso en este domingo creo en la ficción más allá del arte y de la cultura, por encima de la política y de la religión.
Las ciudades felices, como las personas, no tienen historia. Quizás por eso a Córdoba le cueste tanto la prosperidad y quizás por eso haya dado tantos fabuladores sabios a lo largo y ancho de la historia. En la reciente, Córdoba fue una ciudad de cine durante el franquismo. En los años cuarenta y cincuenta se expandieron los Cineclubs en la ciudad, lugares donde se proyectaban películas hasta provenientes de la URSS, y en donde se empezaba hablando de cine y se acababa en conversaciones políticas subidas de tono aun a riesgo de actuaciones policiales. De nuevo, en tiempos de marcha atrás la Filmoteca de Andalucía en Córdoba recupera ese espíritu ofreciendo una sala oscura como refugio. Gracias a su Club de cine hoy votaré a Bergman y mañana escaparé de la triste realidad con sus “Fresas salvajes”.
Las ciudades felices, como las personas, no tienen historia. Quizás por eso a Córdoba le cueste tanto la prosperidad y quizás por eso haya dado tantos fabuladores sabios a lo largo y ancho de la historia. En la reciente, Córdoba fue una ciudad de cine durante el franquismo. En los años cuarenta y cincuenta se expandieron los Cineclubs en la ciudad, lugares donde se proyectaban películas hasta provenientes de la URSS, y en donde se empezaba hablando de cine y se acababa en conversaciones políticas subidas de tono aun a riesgo de actuaciones policiales. De nuevo, en tiempos de marcha atrás la Filmoteca de Andalucía en Córdoba recupera ese espíritu ofreciendo una sala oscura como refugio. Gracias a su Club de cine hoy votaré a Bergman y mañana escaparé de la triste realidad con sus “Fresas salvajes”.