blog - artículos, entrevistas, reportajes y crónica de marta jiménez

CELOSÍAS



Existe un espacio en el interior la Mezquita con una luz diferente. Una claridad tamizada que flota en el espacio más antiguo del templo, el de las primeras naves de Abderraman I. Ello se debe a la única intervención artística contemporánea en el edificio.


En 1972 Rafael de la Hoz Arderius diseño cuatro celosías en madera basadas en otras de piedra de la época de al-Hakam II, para cubrir cuatro arcos de la fachada al patio. Un hallazgo que intuye la luz andalusí. Hoy, estas celosías continúan en su sitio. El resto de los vanos están cegados porque son testeros de altares cristianos.

Pues bien, la idea del ilustre arquitecto intenta ser tumbada de nuevo por el Cabildo y la Agrupación de cofradías al rescatar el digno plan de que todas las procesiones –o las que puedan- lleguen a la Mezquita-Catedral en Semana Santa. La pretensión es que la entrada y salida de pasos del templo sea fluida, algo lógico, pero la única solución pasa por hacer abatible, o más bien de quita y pon, la celosía del extremo poniente. Lo que oyen.

Tras padecer la primero sutil y después aplastante insistencia en negar el carácter islámico-musulmán de la Mezquita, mi grito sigue en el cielo. Si nunca hubiera realizado la perversa visita nocturna al templo o no hubiera utilizado el baño construido en el mismísimo muro de la quibla, no percibiría dirigismo. Pero visto lo visto y oído lo oído, con esa constante semántica de anulación del verdadero valor del templo, este hecho sólo me parece un nuevo despropósito. Y van demasiados. Las celosías ya estaban en 1984, cuando la Mezquita se declaró Patrimonio de la Humanidad, así que deseo que este atropello lo frene o la Comisión Provincial de Patrimonio o quien quiera que le corresponda.

De la Hoz pensaba que los obispos nunca entendieron la Mezquita y que ello ha provocado a lo largo de la historia la peor de las ruinas: La de la Idea, refiriéndose al soporte conceptual del hecho arquitectónico. Pero lo verdaderamente inmanejable es nuestra esencia sincrética. Tanta, que muchos arquitectos consideran Dios al maestro de la Hoz.

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