blog - artículos, entrevistas, reportajes y crónica de marta jiménez

¿INMATERIAL?

                                                                                                                   Eladio Osuna. CC

Decíamos ayer que desde París, Córdoba se ve al revés. Y justo desde ayer, en París también nos han descubierto inmateriales. O intangibles, porque una no acaba de enterarse si es lo uno o lo otro, la verdad. ¿Puede ser materia lo que no se puede tocar? ¿Es palpable la fiesta de los patios o lo único inmaterial es lo que simboliza? Más allá de filosofar en plan dominguero, prefiero brindar por la nueva alegría que nos ha dado la Unesco gracias al más genuino de nuestros rituales de mayo. Está muy bien que la cultura de los patios se proteja, pero no estoy tan segura de que su memoria esté tan “fosilizada” –tal y como la adjetiva el sociólogo Angel Ramírez– como creíamos. Porque frente al invasivo turismo de estos lugares floridos se encuentra la nueva situación económica.

Hace un par de mayos, mi curioso amigo Miguel, arquitecto para más señas, me mostró un desvió de la tradicional ruta de los patios. Muy cerca del cine Delicias, en san Lorenzo, en un callejón sin salida entramos en un patio que era otra callejuela en sí misma. No entraba a concurso porque no era ningún escaparate sino la realidad misma. En cada una de sus crujías había habitaciones en las que vivían familias, algunas de ellas inmigrantes. Había un baño común, con plantas aromáticas cerca, de las que se han plantado siempre en los patios cerca de las letrinas, y una cocina también única para todos los habitantes en cuya pileta, al aire libre, una mujer fregaba unos vasos. Había belleza y flores a pesar de una economía tan de posguerra. Aquello era la postal de lo que tantas veces me habían descrito mi padre y mis abuelos, nacidos y criados en patios de vecinos de San Lorenzo, esta vez hecha carne y hueso.
Me consta que este modelo de patio vecinal del siglo XXI no es el único en la Córdoba de ahora. E intuyo que habrá más con casi 50.000 parados en la capital. El progreso convirtió a los patios en feria turística y la desaceleración económica está devolviendo a muchos de ellos a su esencia tradicional. Los patios también son símbolo de la polarización de la sociedad. Por tanto, felicidades.

RESISTENCIA



Me pregunto por qué Eutopía no habrá ocupado el espacio que ha dejado libre Cosmopoética en primavera. Con la de tiras y aflojas que la Junta ha tenido con el Ayuntamiento (también) por esta cuestión, presupuesto aparte, no se entiende la decisión de plantarlo en diciembre. El festival poético le robó al joven su lugar otoñal en el calendario y éste ha pasado de estar bajo el agua a sacar la cabeza para tomar aliento durante el puente de la Constitución. Y algo es algo aunque sea en versión mini, claro que sí, pero ver a M Clan en La Axerquía con el forro polar hasta las cejas en una ciudad a punto de nieve, pues no pone mucho por muy gratis que sea. Para eso ya tenemos al Barça en El Arcángel dándolo todo por la cultura futbolera muchos euros mediante.
Eutopía ya no es europeo. Nació con este calificativo para darle cancha a la utopía de la Capitalidad y tras el fracaso se lo usurparon. Igual que el millón y medio de euros (menos) que separa la primera edición de esta próxima o aquella previsión de más de 50.000 espectadores en unas calles sobre las que siempre llovía. Una alegoría de la ciudad misma tras tantos palos, que ya ni se siente europea ni tiene un euro ni espera nada. Pero también una rendija de luz por su fe en la cultura y el consumo cultural de los jóvenes, que, según una encuesta realizada por el Ministerio de Cultura, son los que visitan más museos, asisten a más espectáculos, leen más, van a más bibliotecas y realizan más prácticas culturales activas.
Encerrar el flamenco en un cómic es de lo más sustancioso de esta edición. La exposición del proyecto coordinado por Carlos Pacheco va a mostrar cómo esta generación ya no le da la espalda a ningún palo de un género del que tanto pasamos la generación precedente. La tristeza viene por la desaparición del Festival de Cine Instantáneo tras más de diez ediciones, una acción genuinamente nuestra que daba más sentido a Eutopía que la sola presencia de Prodigy. La resistencia es fortalecedora, sí, pero no hay que olvidar que la cultura principalmente resiste alimentado la base: abasteciendo de libros, música, películas y cómics las bibliotecas.

MAPAS




Desde París, Córdoba se ve al revés. Con el río arriba y la sierra abajo. Una vista de pájaro cuyo enfoque a lo mejor expresa inferioridad, debilidad y hasta cierta sumisión de la ciudad. Depende de quien la mire. Así fue como la miraron los franceses de hace doscientos años, concretamente las tropas napoleónicas, los primeros en realizar un plano científico de nuestra trama urbana. Un mapa detallado y despojado de todo idealismo conocido como ‘El plano de los franceses’, que estos días se exhibe recién restaurado en el Museo Julio Romero.
Los mapas cuentan algunas verdades desde la mentira. Éste en concreto devuelve la imagen de una Córdoba preindustrial y deprimida. De una ciudad vetusta que llevaba varios siglos durmiendo la siesta. Es fascinante plantarse ante su tela y descubrir como la toponimia de muchos rincones aun permanece, además de percibir a la ciudad encerrada en sus murallas, dividida en Villa y Ajerquía, con huertas y algunos barrios extramuros. Una red laberíntica de callejuelas, manzanas irregulares y cul-de-sac (callejones sin salida), que proviene de su historia: de un entramado fosilizado desde lo árabe y de una estratigrafía que siempre hará de Córdoba una ciudad orgánica.
Los franceses necesitaron esta información para la gestión. Y regalaron una herramienta clave para la ciudad: un puente entre el pasado y la contemporaneidad social y urbanística. La llave de la modernidad. Pero como nada es coherente en esta vida, a pesar de su mirada en picado, el plano de 1811 se levantó desde el subsuelo. Lo hizo un ingeniero de minas a partir de la ‘geometría subterránea’ y por eso existen tantos errores de apreciación. Córdoba quedó retratada entre el cielo y el suelo, que es como continúa. Y desde París, me da que aún nos ven más en el pasado que en la modernidad. Con el norte perdido.


BERLANGUIANO





Lo berlanguiano es un término cultural que llenaba de vanidad confesa a Berlanga. Dícese de la situación coral aparentemente caótica o esperpéntica donde los caracteres ponen en evidencia su monstruosidad sin categoría moral, pero de una forma vitalista”. Así definió el término el actor Juanjo Puigcorbé, identificando a nuestro país, a cualquiera de sus regiones, provincias, pueblos, barrios y comunidades de vecinos. En Córdoba, donde el filtro de la vida se desliza por un seis doble, es un alivio saber que en el fatal 2013 nos quedará Berlanga en pantalla grande. La Filmoteca pasará todas su películas, de la primera a la última. Será su tributo al esperpento que nos/les rodea. Otro filtro para mirar nuestro particular imperio austro-húngaro.
Un mini imperio, el nuestro y como casi todos, lleno de desencanto, pequeñas miserias y una gran tara: la incapacidad para reírnos de nosotros mismos y la capacidad para desacreditar con ácido todo lo que nos supone una amenaza. Tal vez se trate de un desmejorado sentido del ridículo el que nos lleva, en tantas ocasiones, a tomarnos al pie de la letra las palabras, lejos de la ironía, el humor y el contexto. Una torpe adhesión a la literalidad que esconde la ineptitud para entender la ironía del otro, así que imaginen ya a sus ideas. Y así resulta imposible hacernos fuertes tejiendo ese modelo de ciudad italocalvinista formada por “invisibles telarañas de relaciones intrincadas que buscan una forma”.
Un buen punto de partida sería disfrutar de lo que admiramos sin complejos. Por mucho que no acabemos de comprenderlo. Sirva como ejercicio hacerles la ola a noticias recientes sobre gente que hace cosas: una nueva escuela de fotógrafos en la ciudad con nombre de peli de Antonioni; la actriz y cantante María de Medeiros promocionando su disco ‘Pájaros eternos’, grabado en Córdoba o la vuelta de Eutopía, resistiendo el frío diciembre y un presupuesto diez veces menor que el de su primera edición. Matices tragicómicos de la realidad que si no tienen un final feliz, que al menos sean críticos. Como el cine de Berlanga.