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Salud mental, música y compromiso

Asaenec celebra el Día Mundial de la Salud Mental en la Magdalena reivindicando medidas para el colectivo de las personas con enfermedad mental y entregando sus premios 2015 | El Hombre Gancho cerró el acto con un concierto acústico 

Marta JiménezMarta Jiménez@radiomarta

“Loco no es el que ha perdido la razón, sino el que lo ha perdido todo, todo, menos la razón”. Con esta cita del británico Chesterton se abrió ayer el acto con el que Asaenec (la asociación cordobesa de personas con enfermedad mental y sus allegados) se anticipa al Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra el próximo sábado con el lema “Ponte en mi lugar. Conecta conmigo”.

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HORRORES



Uno: creo firmemente en la libertad de expresión y aun más en la libertad artística. Pero esa libertad la entiendo, tal y como nos la explicaban en el cole, acabando donde empieza la del otro. Dos: si tengo una religión, esa es la ficción, que suele proporcionarme más esperanza en el género humano que la realidad. Ambas las he defendido con uñas y dientes desde que supe lo que significaban. Hasta hoy. Todo eso se ha tambaleado cuando se ha cruzado en mi vida El circo de los horrores con ‘Manicomio’, un espectáculo que reside estos días en Córdoba.
No me creo a sus creadores por mucho que repitan que este show, basado en el “teatro de vanguardia” y en el “cabaret salvaje” (sic), no atenta contra las personas con enfermedad mental cuando ando leyendo y escuchando en su publicidad lo siguiente: “Atrévete a entrar en un espacio siniestro y de alto riesgo en el que conviven psicóticos, desquiciados y perturbados mentales” o “dos intensas horas con esquizofrénicos compulsivos, enfermeras bipolares, ilusionistas paranoicos (-)”. Tal y como leo y oigo, ya solo la publicidad de este espectáculo atentaría contra la dignidad de quien padece estas patologías, personas débiles por su doble condición de discapacitadas y discriminadas. Si no están muy seguros de este extremo, les invito a poner en el mismo contexto a niños con síndrome de down, mujeres maltratadas, enfermos de Alzheimer o de leucemia. ¿A que ahora sí?
Las personas perdidas en los laberintos de la enfermedad mental son los excluidos de los excluidos. Su particular subida al Everest es su lucha contra el estigma y circos como el que nos ocupa suponen un alud en su campamento base. El problema de estos enfermos no deben ser las personas cuerdas (si es que éstas existen) y aun menos el arte, ya que tras haber perdido la batalla social, éste podría ser un gran aliado en vez de perpetuar tópicos tan erróneos como discriminatorios.
Por último, un par recados para los señores del circo: que la locura no es divertida, que más quisieran los que la sufren, y que no existe “el loco” sin el Otro que lo nombra.

EL MAL NO ES UNA ENFERMEDAD MENTAL

El mediático caso de José Bretón posee demasiadas víctimas además de sus propios hijos, la madre de éstos, los familiares y los allegados. De forma colateral, hechos tan feroces hieren a la propia sociedad y hasta a la condición humana. Dentro de ambas existe un colectivo especialmente vulnerable debido al estigma con el que carga desde hace siglos: las personas con enfermedad mental. La explicación más estimable para la mayoría de los mortales de un crimen tan violento suele estar casi siempre en las patologías mentales. El cortocircuito producido en la mente del presunto asesino para acabar con la vida de sus pequeños sólo puede digerirse en el sentido de la mayoría culpando a un trastorno mental porque “ninguna persona normal cometería un crimen así”. Pero la locura pocas veces razona un crimen. Es muy injusto unir siempre el mal con los trastornos mentales.
Hasta ahora, los tres estudios –psiquiátrico, psicológico y de salud mental– realizados al imputado demuestran que José Bretón no es una persona con enfermedad mental. A lo mejor tiene otras dolencias, es diabético o hipertenso o tiene insuficiencia renal o cataratas o es celíaco. Pero ninguna de estas enfermedades son sospechosas ni útiles para explicar un crimen, porque ninguno de estos enfermos reside en los márgenes de la sociedad. Los mentales sí, por eso conviene meter a Bretón en ese saco, mandarlo a la “otredad” para diferenciarlo de nosotros, para darle una patada hasta el cajón más desahuciado de la realidad y, así, con esta endeble explicación, sentirnos mejor.
Existen más personas “cuerdas” que cometen actos de extremada violencia que personas con enfermedad mental acusadas en estos sucesos. Cada día nos desayunamos con hombres que pegan y matan a sus esposas, proxenetas que esclavizan a prostitutas, pederastas de cualquier índole o religión, adolescentes que apalean y queman a mendigos o soldados violadores que se creen con derecho de pernada sobre las mujeres del país “enemigo”. Hay que romper el falso vínculo violencia-enfermedad mental. Las personas que la padecen tienen la misma probabilidad de cometer un acto delictivo que cualquier otra.
En los últimos días hemos oído decir que José Bretón es un psicópata. Lo que se entiende por una persona incapaz de ponerse en el lugar del otro, alguien con falta absoluta de empatía. Estas personas suelen tener falta de conciencia y remordimiento, impulsividad, irresponsabilidad e irritabilidad. Además, el psicópata es un manipulador por excelencia. Desde luego, muy pocos de ellos son unos asesinos y los psicópatas suponen un 4% de la población. ¿Retrata a alguien de su entorno, tal vez un jefe, un vecino, una pareja o un hijo semejante definición? Podría ser que sí. Estamos rodeados de personas que poseen estos rasgos y que no llegan a ser enfermos. Según las estadísticas, a lo largo de una vida podemos cruzarnos con dos personas que padecen psicopatía. Y éstas suelen llevar la máscara de la cordura. ¿Pero es la psicopatía una enfermedad mental? Los especialistas no se ponen de acuerdo aunque la Clasificación Internacional de Enfermedades Mentales de la Organización Mundial de la Salud (CIE-10), que es la que unifica criterios para el diagnóstico, la contempla en la F60.2 como trastorno disocial de la personalidad.
Pues bien, Bretón es inteligente, manipulador y, recordemos, no tiene ninguna enfermedad mental, según tres informes. Era consciente de lo que presuntamente hacía y sabía distinguir perfectamente entre el bien y el mal. Así que si la conciencia colectiva sigue creyendo que esta clase de crímenes solo son explicables a través del trastorno mental, está metiendo a Bretón en el mismo saco que a las personas que sufren anorexia, demencia senil, ansiedad, depresión, hiperactividad, neurosis, psicosis, trastorno bipolar o esquizofrenia. Y una de cada cuatro personas sufre un trastorno mental a lo largo de su vida. La mayoría de ellas llevan añadido a su padecimiento...