blog - artículos, entrevistas, reportajes y crónica de marta jiménez

¡LIBROS! ¡LIBROS!



No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro”. Con estas palabras Federico García Lorca inauguraba la biblioteca de su pueblo, Fuente Vaqueros, en 1931.

Decía tener más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?

Eso mismo se preguntan los internos del Centro Penitenciario de Córdoba. A muchos les ha ocurrido una de las pocas cosas extraordinarias que pueden suceder entre esos muros: los libros les han cambiado la vida. “Leer nos saca el sentido común”, contaba esta semana Rafael, un interno  unido  a uno de los clubes de lectura de la prisión. Allí descubrimos como cada renglón es una rendija de libertad para cualquiera privado de ella. Y que es oro el tiempo dedicado a la lectura frente al nuestro, que es hierro.

Aquel día en la cárcel con Lorenzo Silva un interno me pidió un regalo, mi ejemplar de “La estrategia del agua”. Me gustó que alguien tratara a este objeto como si pesara muchos kilates. No sólo se lo di, sino que Lorenzo prometió enviar toda su bibliografía a una exigua biblioteca que, si bien es surtida desde el exterior, nunca es suficiente ante el ansia devoradora, sobre todo, de ficción.

Porque es la ficción la que ha devuelto la fe en la vida a muchos en un lugar falto de luz. Uno deja de estar solo con un libro y no hay mejor fomento de lectura que ése. Lorca lanzaba en su pueblo: “¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: amor, amor”. Córdoba ya vive su primera feria de mayo, la del libro en el Bulevar de las letras. Y somos unos privilegiados porque seguro que en alguna de las estanterías de las 41 casetas, hay un libro escrito para nosotros.