Tombuctú está en mitad de la nada africana. Para el resto del mundo esta ciudad de Malí también es la nada y resulta triste conocer que la curva del Níger esconde en sus casas de adobe un tesoro cultural: miles de huellas, visibles e invisibles, de nuestras señas de identidad escritas en frágiles documentos. Tratados sobre astronomía, música, botánica, derecho o historia, más una parte importante de la memoria de los andaluces desterrados que acabaron llegando a Malí tras su expulsión de la península y cuyo grial andalusí se halla en una Biblioteca de Tombuctú llamada José Ángel Valente. Parece que éste y otros legados se han salvado de la quema de los grupos islamistas que han ocupado el país durante el último año, quienes creen que todo que rodea a la cultura islámica tiene que desaparecer para que solo brille su Dios. La misma ignorancia de cualquier fundamentalismo religioso que nunca deberíamos dejar que afectase a ningún patrimonio de la humanidad.
Córdoba también echó raíces en África y el exilio es nuestra expansión cultural. Ismael Diadié conserva en Tombuctú la biblioteca de su familia, el fondo Kati, con cientos de documentos andalusíes, entre ellos los ‘Poemas del Qurtubi’, del poeta cordobés del siglo XIII Al Fazzazi, cuyos salmos aun se cantan en las mezquitas de la ciudad africana. Diadié cree que las personas somos las ramas del árbol que se ven y que cuando buscamos nuestras raíces nos damos cuenta que son múltiples. Por eso su familia ha tenido las maletas hechas desde hace cinco siglos esperando volver a la península.
Pero por ahora, la única justicia histórica con ellos la han hecho la literatura y el pop. El libro ‘La huella morisca’, del profesor cordobés Antonio Manuel, inspiró la mejor canción en español de 2012, según la revista Rockdeluxe:...
¿Cómo hacer entender la fiesta de los patios a un señor balinés, a un estudiante serbo-croata o a un funcionario de la UNESCO? Encontrando las palabras exactas para lo inexplicable. Intentando hacer visibles las invisibilidades que encierra un patio. A los miles de pétalos que colorean las casas-patio de Córdoba les alimenta la sabia de un subsuelo kilométrico de historia. Su sedimento florece en una arquitectura popular que decidió abrir sus puertas al mundo.
Aunque la mejor definición de esos reductos de intimidad que son los patios la escribió mi amigo Antonio Manuel en su libro ‘La huella morisca’. Decía que los patios son “el órgano multifuncional de la casa: los ojos que la colman de luz, los pulmones que la llenan de aire, la boca que se abre al mundo y el cordón umbilical que la une a la tierra”. Además, los patios andalusíes fueron “un ejemplo rabiosamente contemporáneo de inteligencia ecológica por su perfecta combinación de los elementos biológicos”. Tanto,...