A Enrique Soria le dijo por primera vez un camarero “buenos días, ¿qué desea?” cuando de muy joven viajó a Málaga. Soria es exiliado granadino en Córdoba desde hace más de veinte años, así que está acostumbrado a los malos modos. Catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Córdoba, su investigación enfoca al poder local y es un gran especialista en nobleza y élites, además de en moriscos y judeoconversos.
Charlar con él es escucharlo disparar. Porque este profesor no habla, sino que tirotea palabras no solo por la velocidad con la que lo hace, sino por su capacidad de impacto. Los cascotes que iban cayendo en su despacho mientras manteníamos la entrevista que se transcribe a continuación provenían del pasado, del presente y del futuro. Porque la historia no es nada sin alguno de estos tiempos.
En un tablón de corcho junto a la puerta del despacho del profesor Manuel Bermúdez, en la Facultad de Ciencias de la Educación, hay colgada una caricatura de él, dibujada a rotulador negro, con el siguiente bocadillo: “El discurso se divide en 3 partes: ethos, logos y pathos“. Manuel, de 37 años y profesor del área de Filosofía en esta facultad y en la de Filosofía y Letras, una distancia que salva en moto, no tiene ni idea de quién le dejó el dibujo en su puerta. Pero intuye que el hecho de traducir a sus alumnos la retórica de Aristóteles, Cicerón y Quintiliano con ejemplos de Los Simpsons, Barack Obama o Jennifer Lopez ha tenido algo que ver.