blog - artículos, entrevistas, reportajes y crónica de marta jiménez

RESILIENCIA AZUL


Si uno quiere construir un barco, no debe empezar a hablarle a quien le va a ayudar a hacerlo ni de las herramientas ni de los presupuestos ni de los planos. Lo primero es compartir con ellos tu pasión por el mar. Y eso es justo lo que hizo la ciudad el viernes, contagiar su entusiasmo por navegar en el mar azul de la cultura europea de la mejor de las maneras, siendo ella misma.

Dijo el presidente del comité de selección por la mañana que habían venido a ver y a escuchar. Pero lo que no sabía el austríaco es que Córdoba les tenía reservadas sorpresas para el resto de los sentidos. La vista la recrearon en la Mezquita con las palabras de los responsables de Casa Árabe y de Casa Sefarad, quienes otorgaron la plena dimensión intercultural que posee el edificio; con el oído, se sobrecogieron con un cante de El Pele y se contagiaron de la alegría de los niños en la calle Imágenes y en Lepanto; el tacto fue el de los claveles azules realizados en papel por los voluntarios de la Capitalidad, que si no estuvieran habría que inventarlos; el olfato, el de las delicias de Bodegas Campos recorriendo sus patios con la complicidad de los cocineros y hosteleros cordobeses por el proyecto y, por último, el sabor del pepino como apoyo al campo andaluz. Hoy creo que todas y cada una de las acciones ciudadanas también lo fueron artísticas.

Las elites de la cultura hablaron al jurado de las huellas de la modernidad que  posaron en la Córdoba de los cincuenta Carlos Castilla del Pino o Equipo 57. también, de las huellas que ellos quieren dejar. Si bien, tengo la sensación de que el flamenco que respiraron los examinadores pesará mucho en la nota final. La complejidad, multiculturalidad e identidad que encierra es un gran sello para la candidatura. Fuera del arte es la resiliencia ciudadana la que me ha tocado la fibra. Dice mi amigo Antonio Manuel que ésta nos define por la capacidad que tenemos de sobreponernos a los contratiempos y salir fortalecidos. Por eso, lo que ocurrió el viernes en Córdoba es aún mejor que ser Capital de la Cultura. Brindo por ello.




IL DIVO




El domingo pasado recordé a Darío Fo. El dramaturgo estuvo en Cosmopoética hace algo más de tres años, justo cuando Berlusconi acababa de volver a ganar las últimas presidenciales italianas. Fo ironizó aquel día y dijo sentirse “contento y desesperado”. Fue su esposa, la actriz Franca Rame, la que confesó sentir vergüenza de Italia. Recuerdo respirar aliviada entonces por no tener a nuestro alrededor a personajes políticos de la talla subterránea de Il Cavaliere. Un alivio que duró hasta el pasado domingo.

Como fijo que existe al menos uno de los nuevos concejales que no tiene ni idea de quién es Darío Fo y jamás leerá ni verá ninguna de sus obras, le explicaremos que es un comediante italiano que ganó el premio Nobel de Literatura en 1997. A los que han votado como edil a algún analfabeto, permitiendo así que nos represente, voy a tener el descaro de recomendarles una película, “Il Divo”, casualmente italiana, de Paolo Sorrentino, uno de sus jóvenes y grandes directores. Eso sí, vetado por don Silvio, quien posee el monopolio de las distribuidoras.

La película enfoca a otro corrupto, el ex presidente Giulio Andreotti, para hablar tanto de la Italia actual como de cualquier lugar que genera esta clase de monstruos en el poder o con acceso a él. Un retrato cruel con el ex líder de la Democracia Cristiana italiana, quien, poco antes de ser juzgado por corrupción y asociación con la Mafia dijo: «Cuando se preguntó a Jesucristo, en los Evangelios, qué era la verdad, él no respondió nunca». La vida tiene paralelismos que dan miedo.

En dos semanas tomará posesión un nuevo concejal en Córdoba que ha hecho negocios en Italia. Pregunten en Pietrasanta, por ejemplo, al norte de la Toscana y cerca de las canteras de mármol de Carrara. Ese concejal tampoco leerá al escritor Eduardo Galeano, que esta semana ha revelado que “el mundo se divide ahora entre los indignos y los indignados”. Permítanme añadir a los avergonzados.




EL GRAN BAZAR




























Existe una sección en el programa de Buenafuente titulada “Visto en un chino”. En ella, los espectadores mandan fotografías de cosas reales y peregrinas y descontextualizadas que encuentran en estos bazares contemporáneos. Las imágenes son hilarantes y aberrantes, tanto, como las que a veces se ven por la calle Albucasis o por la calle Deanes. Porque si Andreu viniese a pasar un fin de semana en la ciudad, acabaría creando el espacio “Visto en la Judería”.

Hay muñecas vestidas de gitana, carteles de toros para poner un nombre, el que se desee, zapatos con lunares y delantales con volantes. Hasta ahí correcto. Feo pero lo suyo. Ahora bien, espadas toledanas y armaduras neo-medievales, sombreros mexicanos en los que pone Córdoba, maracas, delantales con obras de Miguel Ángel o de Los Uffizi, como si a la vuelta de la esquina estuviera la Piazza de la Signoria, camisetas y gorras y azulejos llenos de frases de mal gusto o de idioteces supinas… todos esos objetos se venden en la Judería de forma incomprensible. Pasen y vean.

No voy a criticar lo que cada cual ofrezca en su bazar turístico, faltaría más. Sólo que me gustaría que hubiese negocios más cool en esas tranquilas callejuelas. Seguro que quienes nos visitan los merecen. Aunque lo que es superior a mis fuerzas es que este museo de los horrores cuelgue de la fachada de cada comercio con total impunidad. Que un vecino no pueda tocar ni la reja de su fachada por aquello de la conservación de lo patrimonial cuando el local de al lado campa a sus anchas con objetos dignos de un desprendimiento de retina. Resulta muy inadecuado y daña irremediablemente la imagen que proyectamos en los visitantes. Y eso también es patrimonio.