Había una vez un grupo de rock cordobés llamado Corazones Estrangulados. Apareció a finales de los 80 -lo formaba la andrógina voz de Eva Riquelme, el talento de Yonka Zarco y la batería de Ramón Medina, entre otros- que desapareció a mitad de los 90 por cosas de la vida. Ella, reconvertida en escultora, acabó perpetrando en Toronto la mayor estatua dedicada a Juan Pablo II en el urbi et orbi. No me pregunten por qué. Otras guitarras me han llevado estos días a sus canciones, viajando hasta una Córdoba, la del 89, en la que he recordado más cines, los mismos teatros y más salas de conciertos que en la ciudad del ahora.
Su nombre ha puesto palabras al inminente estrangulamiento cultural de lo poco que nos queda gracias al ivazo: la subida hasta el 21% del IVA sobre el precio de las entradas a salas de cine, teatros, festivales musicales, conciertos y museos privados. Un culturicidio. Ver una obra en el Gran Teatro (de los más baratos de España, menos mal) podría ponerse en más de 30€, ergo habrá compañías que dejen de hacer giras y así hasta el infinito. Lo del cine es aun peor. Si la entrada acaba costando unos 12 € ¿quién ira al cine? ¿cuántas salas más veremos caer ? Si ya era malo ser pasto de multicines, había algo peor: una ciudad sin ellos. Como para fiarse.
En cuanto a los conciertos, clama al cielo que la llamada de un vecino a la policía quejándose de cualquier ruido excepto del de una banda de cornetas y tambores, acabe de un plumazo con la programación de cualquier sala del casco urbano. Ahora más que nunca la música y la ficción tienen más sentido que la propia realidad. El refugio del estrangulamiento se encuentra en las bibliotecas donde, con recortes de horario y sin libros nuevos, siguen dispensando vida. Desde allí clama con voz resonante el sofisma de Vicente Núñez: “Bendita seas, pobreza, que haces posible la sabiduría”.
En cuanto a los conciertos, clama al cielo que la llamada de un vecino a la policía quejándose de cualquier ruido excepto del de una banda de cornetas y tambores, acabe de un plumazo con la programación de cualquier sala del casco urbano. Ahora más que nunca la música y la ficción tienen más sentido que la propia realidad. El refugio del estrangulamiento se encuentra en las bibliotecas donde, con recortes de horario y sin libros nuevos, siguen dispensando vida. Desde allí clama con voz resonante el sofisma de Vicente Núñez: “Bendita seas, pobreza, que haces posible la sabiduría”.