blog - artículos, entrevistas, reportajes y crónica de marta jiménez

Cántico, el sitio de mi recreo

ManoloMuñoz2

El fotógrafo Manuel Muñoz fotografía los lugares secretos del grupo Cántico en la década de los 50, rincones entre Trassierra y el Guadiato en el proyecto Paisajes confidentes aún no expuesto en Córdoba

Existe un vergel en el corazón de la Sierra Morena cordobesa conocido como El Bejarano, cuyo paisaje actual dista muy poco del bucólico bosque que presentaba a final de los años 40. Se trata de la foto casi fija que posee la naturaleza y aunque  ahora en el lugar existen más cercas y más basura, su esencia natural y estética sigue siendo la misma. La cordobesa afición de ir al campo llevó al fotógrafo y pintor Manuel Muñoz (Córdoba, 1965) a hacer una ruta senderista por estos parajes con sus compañeros, profesores del instituto Alhaken II de la capital, en donde él imparte clases de dibujo. Fue una profesora de Literatura, Encarna Madrid, la que le reveló que aquel lugar había sido “espacio de confidencias entre compañeros” del Grupo Cántico en los años cincuenta, quienes pudieron alejarse de vez en cuando del plomo de la ciudad para respirar el verde paradisiaco y oculto de su sierra.

ESTRANGULADOS







































Había una vez un grupo de rock cordobés llamado Corazones Estrangulados. Apareció a finales de los 80 -lo formaba la andrógina voz de Eva Riquelme, el talento de Yonka Zarco y la batería de Ramón Medina, entre otros- que desapareció a mitad de los 90 por cosas de la vida. Ella, reconvertida en escultora, acabó perpetrando en Toronto la mayor estatua dedicada a Juan Pablo II en el urbi et orbi. No me pregunten por qué. Otras guitarras me han llevado estos días a sus canciones, viajando hasta una Córdoba, la del 89, en la que he recordado más cines, los mismos teatros y más salas de conciertos que en la ciudad del ahora.

Su nombre ha puesto palabras al inminente estrangulamiento cultural de lo poco que nos queda gracias al ivazo: la subida hasta el 21% del IVA sobre el precio de las entradas a salas de cine, teatros, festivales musicales, conciertos y museos privados. Un culturicidio. Ver una obra en el Gran Teatro (de los más baratos de España, menos mal) podría ponerse en más de 30€, ergo habrá  compañías que dejen de hacer giras y así hasta el infinito. Lo del cine es aun peor. Si la entrada acaba costando unos 12 € ¿quién ira al cine? ¿cuántas salas más veremos caer ? Si ya era malo ser pasto de multicines, había algo peor: una ciudad sin ellos. Como para fiarse.

En cuanto a los conciertos, clama al cielo que la llamada de un vecino a la policía quejándose de cualquier ruido excepto del de una banda de cornetas y tambores, acabe de un plumazo con la programación de cualquier sala del casco urbano. Ahora más que nunca la música y la ficción tienen más sentido que la propia realidad. El refugio del estrangulamiento se encuentra en las bibliotecas donde, con recortes de horario y sin libros nuevos, siguen dispensando vida. Desde allí clama con voz resonante el sofisma de Vicente Núñez: “Bendita seas, pobreza, que haces posible la sabiduría”.


ALEGRÍA, ARTE, BELLEZA





























Erase una mujer a una peineta pegada, érase una peineta superlativa, la peineta infinita que nunca para de evolucionar. Martirio nació con la llegada de la primavera, justo el Día de la Poesía. Por eso vino el sábado a cantar a poetas iberoamericanos a Córdoba. A rendirse ante el amor profundo, el amor ardiente, el amor tirano, como decía Góngora. El teatro que lleva el nombre del poeta a una nariz pegado sirvió de caja acústica y decorado para la cantante onubense. Aunque el verdadero amor, al público, a las canciones y a la vida lo regaló ella en plena jornada de reflexión.

Con los terremotos emocionales que la cantante lleva a cuestas y un auditorio con buen oído para el verso, Martirio reivindicó la poesía como pan para el alma paseando con su inquebrantable voz por Chile, Uruguay, México, Cuba, Lorca o Calderón al son de una guitarra, un piano y un tres cubano. Las manos de Jesús Lavilla mecieron las teclas en clave jazzística y Raúl Rodríguez rasgó el aire con sus guitarras por las composiciones de José María Vitier. Contra este tiempo terrible para la gente sensible repartieron su receta: alegría, arte y belleza. Con un invitado estrella, Vicente Núñez –quien fue amigo de la cantante vía Ginés Liébana– y un homenaje al aguilarense en A lo divino recordamos que habiendo arte no nos vamos a amargar nunca.
El buen hacer de la artista, su impecable forma de decir los textos, de cantarlos, su voz serena, imprimiendo a cada estrofa la justa intención y su gracia al dirigirse al respetable desembocaron, cómo no, en coplas. Esos recuerdos del pasado con olores y paisajes, un tesoro de la música popular que Martirio ha acoplado tan bien a su repertorio, descubriéndolo a una generación que no creció ni con Marifé de Triana ni con la Piquer.
Qué bien cuenta La bien pagá y cómo se desnuda y se desdobla en Ojos verdes . Las sonrisas volvieron con esas sevillanas que sólo ella sabe bordar, Las mil calorías y con el pasodoble Compuesta y sin novio . Y para acabar, un tango rioplatense: Volver ,...