El patio de la Capilla del Palacio de Viana es uno de los favoritos de la paisajista Rosa Colmenarejo. Y allí la cita Cordópolis para charlar. Se trata de un patio en penumbra, fresco, de carácter sobrio y lleno de arqueología. El techo vegetal lo conforman árboles cítricos y es un espacio sin flores. Solo hay helechos y macetas de clivias. Reina el silencio, el rumor del agua y el canto de los pájaros. Toda una invitación a la calma y la introspección.
Fue el primer patio que visitó Rosa en su primera visita como no turista a Córdoba. La llevó hasta este espacio el arquitecto Rafael Obrero y allí se quedaron charlando hasta que los echaron. “Si yo pienso en un patio, esta es la foto fija que me viene a la cabeza”, confiesa. Para Colmenarejo, este es un patio que mezcla lo profesional con lo emocional y da gusto oírla hablar sobre la organización de los naranjos, el sentido de la fuente, la presencia de las flores, que no hay. “La contención que tiene es muy japo”, describe. “Descubrir esto fue una reconciliación porque yo venía muy influenciada por el patio japonés y mi primera impresión de los patios de cordoba fue muy flower power, mucho color, mucho subidón de macetas pintadas. Aquí hay una parte de lo que yo concibo como belleza”.