La anterior comisión de patrimonio ya tumbó el proyecto de desmontar la celosía

Vivimos en una época de sospecha, así que me desnudaré: Me gustan las procesiones. Contemplarlas me parece una experiencia estética de primer orden que se encuentra atada a mi ADN. Que los pasos entren en la Mezquita-Catedral es de una espectacularidad intransferible a otros templos, aunque no lo viva, como tantos, desde un punto de vista confesional. Esta celebración trasciende lo religioso pese a quien pese. Dicho todo, considero una barbaridad desmontar la celosía de Rafael de la Hoz y sustituirla por otra falsa con utilidad de puerta para los pasos.

Ya que nos comparamos culturalmente con San Sebastián por razones pretéritas y perdidas, estoy segura de que si allí dispusieran desmontar una intervención de Oteiza o Chillida de cualquier edificio, la ciudad no lo permitiría. El nombre de Rafael De la Hoz Arderius es igual de importante. Un arquitecto internacionalmente reconocido que buscó la luz de la antigua mezquita de Abderraman I al construir, en 1972, cuatro celosías de madera basadas en otras de piedra de la época de al-Hakam II. Una de las pocas intervenciones contemporáneas en el templo que ya forman parte de su relato y que le aportan valor y autenticidad. De hecho, ya estaban allí como un añadido coherente a la historia del templo -al igual que lo es la mismísima catedral- en 1984, cuando se otorgó el título de Patrimonio Mundial al monumento.

Cabildo y Junta de Andalucía no deberían dar luz verde de forma tan arbitraria e insensible a un proyecto que antes debería pasar por un informe de Icomos y elevarse a la Unesco como mínimo. Eso sería cubrir los trámites de forma adecuada. Como lo haría una ciudad seria. Baste recordar que la anterior comisión de patrimonio tumbó el proyecto y que no huele nada bien que la Junta haya cedido en plena campaña electoral a las presiones de un Cabildo a quien importa más la ideología que el patrimonio. Al margen de que las procesiones ya entran en la Mezquita-Catedral y que la voracidad es pecado.