blog - artículos, entrevistas, reportajes y crónica de marta jiménez

ALEGRÍAS





























Por fin he sabido a qué sabe una estrella. A carpaccio agridulce de gambas de Huelva, con toques geniales de foie-gras. A ajo blanco al zumo de naranja. A salmorejo con flores aderezado con coca de membrillo y anchoa del cantábrico. A queso con fresas y pimienta de Sichuan. Jamás pensé que un Michelín daría tanta alegría. Por fin la lluvia de estrellas de esa guía tan ‘cool’ ha chispeado en Córdoba, nada más y nada menos que sobre la Fuensanta. Y ha golpeado con su varita internacional al restaurante de Kisko García, el cocinero más creativo, humilde, generoso y valiente de la ciudad, gracias a tener la confianza de la familia más humilde, generosa y valiente de la ciudad. La del restaurante Choco.
Supe de Kisko en el año 2005 gracias a una crítica gastronómica en un periódico nacional. Lo descubrieron fuera de la ciudad antes que dentro, la vida misma. “Un veinteañero da la nota en Córdoba”, titulaba el temido José Carlos Capel un artículo en el que hablaba de un bar inaparente en un barrio periférico de la ciudad en donde brillaban “los elegantes ribetes andaluces en su cocina, en la que asoman armonías inéditas, toques de fusión y fragancias de la tierra. “Sin dar crédito, corrí hasta la calle Compositor Serrano Lucena, a un barrio tan desconocido para mí como para la gran mayoría de sus clientes venideros, donde jamás imaginé que viviría tal experiencia estética. Kisko es un maestro en hacer que nada sea lo que parece.

Desde entonces admiro profundamente a este hombre bueno y luchador, quien después de conocer mundo se quedó en su tierra y en su barrio obrero porque supo que sin su familia nada de esto sería posible. Una bofetada inconsciente a la diáspora creativa cordobesa y al recalcitrante complejo andaluz.

Sé que conseguir esta estrella tan esperada no le cambiará. También que le...

FICCIÓN































Desde luego que hay otros mundos. Y están en este. Además, muy cerca. No  hace falta escapar ni de la funámbula Europa ni de la abollada España ni de la hundida Córdoba para toparse con ellos. Esos otros universos están en una pantalla, sea grande o pequeña y en una página impresa. En una biblioteca o en una filmoteca. En la sagrada ficción sin la que muchos no podríamos sobrevivir. En días de precipicio como estos siempre habrá una película, una serie o un libro que nos acompañen y que nos alimenten como un suero vital. Una ficción invencible a los recortes.
En mi caso hay novelas y películas y series que me han construido como persona. Que han sido mi familia, mi universidad y mi calle. Que me han enseñado a enfrentarme, con más o menos éxito, al mundo. Vayan dos ejemplos: Mujeres ficticias como Madame Bovary y Anna Karenina mostraron escenarios futuros cuando era adolescente y acompañaron en algunas rupturas; hoy, con McNulty, Omar y el gran mosaico de vidas cruzadas que es The Wire, he visualizado nuestro pequeño gran papel dentro de la ciudad contemporánea. Vivir la vida de otros a través de grandes personajes de ficción regala empatía y civilización. Por eso en este domingo creo en la ficción más allá del arte y de la cultura, por encima de la política y de la religión.

Las ciudades felices, como las personas, no tienen historia. Quizás por eso a Córdoba le cueste tanto la prosperidad y quizás por eso haya dado tantos fabuladores sabios a lo largo y ancho de la historia. En la reciente, Córdoba fue una ciudad de cine durante el franquismo. En los años cuarenta y cincuenta se expandieron los Cineclubs en la ciudad, lugares donde se proyectaban películas hasta provenientes de la URSS, y en donde se empezaba hablando de cine y se acababa en conversaciones políticas subidas de tono aun a riesgo de actuaciones policiales. De nuevo, en tiempos de marcha atrás la Filmoteca de Andalucía en Córdoba recupera ese espíritu ofreciendo una sala oscura como refugio. Gracias a su Club de cine hoy votaré a Bergman y mañana escaparé de la triste realidad con sus “Fresas salvajes”.

RADIO VARSOVIA

La agitación otorga belleza. Si lo dudan, pasen y lean. Esta es la historia de dos agitadoras culturales, poetas para más señas, que hace siete años fundaron un colectivo llamado La Bella Varsovia. Como el siete es un numero mágico y místico, algo tan bello se ha convertido en una editorial con un brillante y artesano catálogo de jóvenes poetas. Tanto, que medios catalanes ya la considerada la editorial underground del momento y la del futuro de la poesía en España.


La filosofía de estas hadas madrinas de las letras es la de publicar aquellos poemas que les gustan y que aun siguen guardados en un cajón. De su mano hemos leído a poetas incluso menores de 20 años. Gente de todo el país que puede escribir un verso en un SMS, un Whatsapp o un tweet. Poetas que se comen el mundo “a mordiscos desafiantes”, como dice Nacho Vegas de Luna Miguel. Ellos nos han mordido de forma desafiante y provocadora y extenuada y amorosa y erótica y trascendente y fútil y “todo aquello que surge cuando el mundo te supone adulto”, según Cristian Alcaraz.

Es muy difícil que Córdoba pueda devolverle a Elena y a Alejandra el milagrito que han obrado. Aparte de descubrir a poetas jóvenes, han nombrado con Pablo García Baena a un premio, han homenajeado “Las afueras” de García Casado, crearon el ciclo Noctámbulos y siguen organizando fiestas polacas en las que, como anoche, mezclan versos con música bizarra, chuches y cutre lux. Han tenido la naturalidad de bajar la poesía al suelo y conseguir acercar a muchos lo que sólo una elite conocía. Y son posturas tan estéticas y agitadoras las que hace temblar estructuras que están establecidas y parecen inamovibles. El antídoto para una ciudad regida por un calendario de fiestas peñistas y religiosas. La agitación comenzó con “Radio Varsovia” en el Alcázar. Hoy, la belleza continúa.

EL PATIO DE MI CASA





























¿Cómo hacer entender la fiesta de los patios a un señor balinés, a un estudiante serbo-croata o a un funcionario de la UNESCO? Encontrando las palabras exactas para lo inexplicable. Intentando hacer visibles las invisibilidades que encierra un patio. A los miles de pétalos que colorean las casas-patio de Córdoba les alimenta la sabia de un subsuelo kilométrico de historia. Su sedimento florece en una arquitectura popular que decidió abrir sus puertas al mundo.


Aunque la mejor definición de esos reductos de intimidad que son los patios la escribió mi amigo Antonio Manuel en su libro ‘La huella morisca’. Decía que los patios son “el órgano multifuncional de la casa: los ojos que la colman de luz, los pulmones que la llenan de aire, la boca que se abre al mundo y el cordón umbilical que la une a la tierra”. Además, los patios andalusíes fueron “un ejemplo rabiosamente contemporáneo de inteligencia ecológica por su perfecta combinación de los elementos biológicos”. Tanto,...