blog - artículos, entrevistas, reportajes y crónica de marta jiménez

COLONIA PATRICIA





























Imitar es la mejor forma de elogiar. Córdoba emuló a Roma hace dos mil años manteniéndose al tanto de las novedades sociales, artísticas y políticas que ocurrieron en la ‘Urbs’ durante siglos. ‘Corduba’ fue una ciudad con ambiciones recompensada con el rango de provincia senatorial, un germen esencial que se expandió en la historia: no es casual que siguiese siendo capital de otros mundos durante 900 años. En ello están nuestras raíces, el primer estrato de nuestra historia por mucho que nos duelan los procesos de aculturación del antes, del después y del ahora.

Los magos de orienten nos han traído al comienzo de este año-abismo una gran exposición, tal vez la última en una época de tales características, llamada “Córdoba, reflejo de Roma”. Una invitación a disfrutar de la ciudad romana a partir del poder de sus imágenes. Un espejo retrovisor lleno de rigor arqueológico y explicado de modo asequible, que no sólo deberíamos convertir en una tarde de ocio cultural, sino reflexionar sobre cómo empezó todo. Como esta civilización explotaba el territorio extrayendo su riqueza de la agricultura, la ganadería o la minería; cuáles fueron sus señas de identidad en la vida cotidiana, su separación entre el mundo de los vivos y de los muertos o sus símbolos como centro de poder. De propina, veremos el puerto fluvial o el complejo tardorromano de Cercadilla en versión maqueta.

Como Lytton Strachey, pienso que la Historia es un Arte. En este trozo de ella tampoco debemos olvidar lo inmaterial. Según el investigador Antonio Monterroso “la calidad e influencia del pensamiento de los hombres de Córdoba es el verdadero reflejo de Roma”. Por si acaso, me he encomendado a la julio-claudia imagen de la emperatriz Livia como ‘fortuna’ o ‘abundatia’ (ahora en Orive, procedente de Iponuba–Baena pero con domicilio en el Arqueológico Nacional) para que el pensamiento de los habitantes cordubensis del estrato contemporáneo sea más avanzado, tolerante y libre. 

DE TOROS Y AVIONES

¿

En serio que Córdoba es la ciudad que más ha contribuido al engrandecimiento de la fiesta nacional? ¿Que desde hace más de 500 años el toreo late en el corazón de los cordobeses? Todo eso afirmó con gran certeza el Presidente del Círculo Taurino en el coso de la democracia de la capital, el Pleno Municipal del pasado martes. Con ello justificaba lo que ninguna capital ni española ni francesa se ha atrevido a reclamar por muy taurina que se sienta: ser la primera ciudad que eleve a la Unesco que la Fiesta de los Toros sea Patrimonio Intangible e Inmaterial de la Humanidad.

Córdoba hará el paseíllo en una arena perdida de antemano, gracias a un acuerdo entre PP y UCOR que Ecologistas en Acción ya ha anunciado recurrir. Mucho me temo que será aquí donde suenen los avisos de la institución europea. Porque por mucho arte y raíces que tenga la fiesta, será muy difícil que un espectáculo que como proclama Vargas Llosa, también está “impregnado de violencia y crueldad” -a lo que añadiría de machismo-, y que además no goza de consenso entre la ciudadanía, sea patrimonio de todos. Para colmo, este anuncio es un agravio para la candidatura de los patios por mucho que su petición sea posterior. Un despropósito que nos perpetuará como eternos perdedores.

Barcelona también contribuyó al engrandecimiento de la fiesta y la prohibió. En Córdoba, si el toreo palpita en el corazón de los cordobeses no luce porque rara vez éstos llenan la plaza. Y eso que hubo tiempos no muy lejanos en los que se fletaban aviones para ir a México a ver a toreros candentes. Sólo por eso hay que proponer matar de un tiro a dos pájaros que nunca volarán: Que ese signo de la decadencia llamado el avión cultural no se quede sin uso y se convierta en contenedor de la oficina de la candidatura taurina. Y ole.

LA FRAGUA/THE FORGE



En un lugar de los Pedroches llamado Belacálzar, en la periferia de cualquier núcleo artístico, existe un espacio universal y suspendido en el limbo destinado a forjar el talento de artistas de cualquier disciplina mediante la naturaleza, el territorio, la historia, el pueblo y el inmueble que los acoge, el Convento de santa Clara. Ese lugar se llama La Fragua/The Forge y acaba de cumplir su primer año de vida. Se trata de una residencia de artistas, centro de creación, enseñanza y exposición que ha transformado un edificio histórico abandonando en un laboratorio creativo y su espacio exterior en un huerto jardín “agroartístico”. Lo mejor es que se trata de otra aventura independiente en estos tiempos mutantes, con una inversión gradual tan razonable que promueve el mecenazgo. Un desvío por otros caminos que también llevan a la cultura.

Alguien ya ha definido al proyecto como una hermosa anomalía y en su primer año ha demostrado que ni es efímero ni inalcanzable. El convento ha convertido sus antiguas enfermerías –de muy interesante arquitectura- en espacios expositivos-performativos. Los artistas que allí residen duermen en la Casa de Manolo, el inmueble que un profesor de la Sorbona donó para el desarrollo de la cultura en su pueblo. Allí, con vistas al Castillo, han contemplado el amanecer a lo largo de este año un compositor japonés, una bailarina austriaca, una poeta filipina o un pintor alemán, entre otros. Por allí han pasado desde el gran Israel Galván bailando “solo”, hasta una pandilla de monjas clarisas que disfrutaron de una exposición.
El aniversario de La Fragua se celebra con la muestra colectiva y multidisciplinar “Recuerdo de aquel mito delirante”, una metáfora de este experimento convertido en uno de los grandes acontecimientos de la cultura cordobesa en 2011. Un sueño sin miedo, que asumió riesgos y que ha generado un movimiento creativo y transformador a su alrededor. Un lugar inspirador.

MÚSICA PARA LA DEMOCRACIA



Allí donde cantábamos libremente, nuestra vida fue dichosa. Tomo la frase de una letrilla basada en las “Danzas Polovtsianas” de Alexander Borodín para contar que en Córdoba coexisten casi un centenar de estudiantes de música que se sienten tan libres y dichosos como se canta arriba, al tener la oportunidad de tocar en toda una orquesta. Su nombre, La Joven Filarmonía Leo Brouwer. Su sueño, ayudar a músicos, compositores y a que los futuros concertistas puedan convertirse en tales curtiéndose sobre las tablas. Una ilusión tan romántica como la brillante obra de Borodín que interpretan el 6 de diciembre en el Gran Teatro para celebrar su propia y democrática constitución.

Hace casi dos décadas que el Maestro Brouwer dibujó un pentagrama sobre nuestra ciudad. El nombre de este mago con batuta sigue ligado a Córdoba, un lugar con tanto talento como su amada La Habana. Leo es el director artístico de esta Joven Filarmonía creada por dos músicos de la Orquesta de Córdoba: los percusionistas Ciro Perelló –también director- y Cristina Llorens. Y es que todo es un círculo: si la resaca de la Expo 92 no nos hubiera regalado una Orquesta de Córdoba no poseeríamos los hábitos musicales que se han construido durante todo este tiempo, llenando aulas en el Conservatorio y expandiendo la pasión por la música. Ahora, desde el voluntariado sinfónico y pedagógico que conforma esta joven orquesta va a palpitar el amor por la música de la savia nueva. Una pequeña isla que navega en nuestro cada vez más pequeño mar de cultura pero en donde deseamos avistar muchos archipiélagos.

Precisamente de una pequeña gran isla salió el Maestro Brouwer. Mañana le acompañara en el patio de butacas el Viceministro de cultura de Cuba. Ellos y la platea también escucharán, además de las notas de Borodin, las de un concierto de Barber. Todo un canto a la pasión por la música del futuro que nos hará más libres y dichosos en este 6 de diciembre lleno de incertidumbres.