blog - artículos, entrevistas, reportajes y crónica de marta jiménez

DELITOS Y MÚSICA

Existen dos generaciones en España que han crecido con música en directo a dos pasos de casa. Nativos tanto de grandes conciertos como de la lluvia fina que cala desde los circuitos de salas con música en vivo, también cantera de grupos locales. Córdoba nunca ha sido referente en estas cosas como Granada o Málaga, pero aquí no han faltado ni bares proverbiales -Level, B18, Surferrosa, Freaktown- ni gente inquieta que quisiese ofrecer algo más que cerveza y cubatas en sus locales: cultura a pie de barra.

Aunque no falla. Es llegar el PP a cualquier Ayuntamiento y aparecer los apercibimientos las multas, los precintos y en muchos casos, el cierre de los bares con música o cualquier actividad en directo. Aquí ya ocurrió con el alcalde Merino en el 95, lo recordarán bien los usuarios de los bares del Viaducto, y vuelve a suceder ahora. Curiosamente esto es algo que nunca ha afectado ni a una cruz de mayo que truena durante cuatro días, ni a la semana  de cornetas y tambores, ni a las múltiples verbenas populares, ni a los petardazos de las romerías a las ocho de la mañana de un domingo, ni a las campanas que en vez de llamar a misa parecen anunciar un bombardeo. Nada de eso molesta a nadie. Pero a los conciertos en bares insonorizados y a horas conciliables con el descanso, claro que sí.


Una ciudad sin la música de su tiempo es una ciudad triste. En Córdoba estallaría su potencial economía creativa, lo único que no es una burbuja, a la más mínima oportunidad, lo que podría paliar la gran diáspora de jóvenes con talento. Me cuentan que el gobierno municipal está dispuesto a tratar el tema de la música en vivo en los bares. Ya les vale porque anunciaron posicionar a Córdoba como ciudad de conciertos el pasado febrero, durante la asamblea general de la Asociación de Promotores Musicales de España celebrada aquí. Mientras se deciden, existe una plataforma que lucha por ello: ‘Música es vida’. Búsquenla y ayuden a hacer de ésta una ciudad un poco más feliz.







LA CIUDAD DE LAS MUSAS










































Si alguien sintiese este otoño que Córdoba es un páramo cultural debería caerle el catálogo de ‘Góngora, la estrella inextinguible’ en la cabeza. Que dicha exposición, inaugurada en mayo en la Biblioteca Nacional, habite por unos meses en la sala Vimcorsa y el Centro Espaliú resulta un acontecimiento tan gozoso como que el polvo de las calles que pisó el príncipe de los poetas pertenezca a nuestro subsuelo: por las obras que contiene -y eso que el famoso retrato de Velázquez que cuelga aquí es una copia anónima- además de por la extraordinaria bibliografía gongorina que recoge. El plan es que en este otoño negro podamos cruzar desde la realidad ordinaria al extraordinario mundo paralelo que ofrece el poeta. Un universo escrito con un código de señales que subliman lo insignificante.
Invito a que la exposición sirva de paso para recordar cómo Córdoba continúa siendo una confluencia de amores, odios y literatura. Góngora fue transportado del infierno a la gloria 300 años después de su muerte, cuando la vanguardia lo convirtió en vanguardia por haber cambiado el curso de la poesía. Antes, el enemigo había echado al autor de ‘Las Soledades’ de las antologías, las enciclopedias y de la historia. Lo triste es que dentro de estos laberintos el desprecio de sus semejantes siga siendo el destino de muchos grandes poetas.

EL MAL NO ES UNA ENFERMEDAD MENTAL

El mediático caso de José Bretón posee demasiadas víctimas además de sus propios hijos, la madre de éstos, los familiares y los allegados. De forma colateral, hechos tan feroces hieren a la propia sociedad y hasta a la condición humana. Dentro de ambas existe un colectivo especialmente vulnerable debido al estigma con el que carga desde hace siglos: las personas con enfermedad mental. La explicación más estimable para la mayoría de los mortales de un crimen tan violento suele estar casi siempre en las patologías mentales. El cortocircuito producido en la mente del presunto asesino para acabar con la vida de sus pequeños sólo puede digerirse en el sentido de la mayoría culpando a un trastorno mental porque “ninguna persona normal cometería un crimen así”. Pero la locura pocas veces razona un crimen. Es muy injusto unir siempre el mal con los trastornos mentales.
Hasta ahora, los tres estudios –psiquiátrico, psicológico y de salud mental– realizados al imputado demuestran que José Bretón no es una persona con enfermedad mental. A lo mejor tiene otras dolencias, es diabético o hipertenso o tiene insuficiencia renal o cataratas o es celíaco. Pero ninguna de estas enfermedades son sospechosas ni útiles para explicar un crimen, porque ninguno de estos enfermos reside en los márgenes de la sociedad. Los mentales sí, por eso conviene meter a Bretón en ese saco, mandarlo a la “otredad” para diferenciarlo de nosotros, para darle una patada hasta el cajón más desahuciado de la realidad y, así, con esta endeble explicación, sentirnos mejor.
Existen más personas “cuerdas” que cometen actos de extremada violencia que personas con enfermedad mental acusadas en estos sucesos. Cada día nos desayunamos con hombres que pegan y matan a sus esposas, proxenetas que esclavizan a prostitutas, pederastas de cualquier índole o religión, adolescentes que apalean y queman a mendigos o soldados violadores que se creen con derecho de pernada sobre las mujeres del país “enemigo”. Hay que romper el falso vínculo violencia-enfermedad mental. Las personas que la padecen tienen la misma probabilidad de cometer un acto delictivo que cualquier otra.
En los últimos días hemos oído decir que José Bretón es un psicópata. Lo que se entiende por una persona incapaz de ponerse en el lugar del otro, alguien con falta absoluta de empatía. Estas personas suelen tener falta de conciencia y remordimiento, impulsividad, irresponsabilidad e irritabilidad. Además, el psicópata es un manipulador por excelencia. Desde luego, muy pocos de ellos son unos asesinos y los psicópatas suponen un 4% de la población. ¿Retrata a alguien de su entorno, tal vez un jefe, un vecino, una pareja o un hijo semejante definición? Podría ser que sí. Estamos rodeados de personas que poseen estos rasgos y que no llegan a ser enfermos. Según las estadísticas, a lo largo de una vida podemos cruzarnos con dos personas que padecen psicopatía. Y éstas suelen llevar la máscara de la cordura. ¿Pero es la psicopatía una enfermedad mental? Los especialistas no se ponen de acuerdo aunque la Clasificación Internacional de Enfermedades Mentales de la Organización Mundial de la Salud (CIE-10), que es la que unifica criterios para el diagnóstico, la contempla en la F60.2 como trastorno disocial de la personalidad.
Pues bien, Bretón es inteligente, manipulador y, recordemos, no tiene ninguna enfermedad mental, según tres informes. Era consciente de lo que presuntamente hacía y sabía distinguir perfectamente entre el bien y el mal. Así que si la conciencia colectiva sigue creyendo que esta clase de crímenes solo son explicables a través del trastorno mental, está metiendo a Bretón en el mismo saco que a las personas que sufren anorexia, demencia senil, ansiedad, depresión, hiperactividad, neurosis, psicosis, trastorno bipolar o esquizofrenia. Y una de cada cuatro personas sufre un trastorno mental a lo largo de su vida. La mayoría de ellas llevan añadido a su padecimiento...

OSCURIDAD




































Si usted o yo acudimos a la Mezquita de Córdoba acompañando a un forastero  -ese término que ha vuelto a poner de moda el inclasificable anuncio radiofónico de la Caja Rural- nos darán, como saben, dos entradas con una bienvenida a “esta Santa Iglesia Catedral”. Si el forastero quiere un ticket o factura de los ocho eurazos que ha pagado por visitar el templo más insólito de occidente, le darán un justificante de grupo porque lo que se le paga a la iglesia, titular del edificio, es un “donativo”.  ¿Y si el visitante quiere desgravar el IVA? Nada de nada. El coste no tiene IVA, claro. Pero el Cabildo sí que posee un C.I.F (código de identificación fiscal) tan legal como inmoral, fruto de los progresistas acuerdos entre nuestro Estado y la Santa Sede.
Llega a mis oídos que una empresa filial de Aldeasa, Palacios y Museos S.L, gestiona la taquilla de la Mezquita de Córdoba. Llamo a su sede para verificar el dato y la respuesta es que no. A los cinco minutos me...