blog - artículos, entrevistas, reportajes y crónica de marta jiménez

CORAZONES SALVAJES






























El concierto fue un sándwich entre All tomorrow’s parties de The Velvet Underground y Moonriver de Henry Mancini. La primera –escrita por Lou Reed y favorita de Andy Warhol- recibió a Amaral. Dos horas más tarde, las luces volvieron a encenderse con aquella suave canción creada para la voz de Audrey Hepburn, despidiendo mansamente al variopinto e intergeneracional público de la Axerquía. En medio, los nuevos Amaral, un dúo lleno de éxito y de credenciales que anda adaptándose a los nuevos tiempos a base de autogestión.

Su respuesta a la crisis ha sido la de crear su propio sello –Antártida– con el que han sacado su último trabajo y a través del que organizan todo en torno a una carrera que antes controlaba una multinacional. Naturalmente, el cambio se hace notar en un directo sin escenario sofisticado ni artilugios high tech, en el que dejan caer las máscaras de gato de aquella última visita en Vistalegre. Las han cambiado por la mirada de un lobo. La gráfica iconografía de ‘Hacia lo salvaje’, el título del último disco, proyectada en el escenario y que acompañó a la primera canción de la noche que define lo que sueñan: romper con lo establecido y vivir en absoluta libertad. Una vuelta a sus orígenes a base de guitarras más contundentes y oscuras, a lo que suman profesionalidad y madurez.

Sobre el árido escenario, tres músicos junto a Aguirre y a Eva: Jaime García Soriano como segundo guitarrista y Toni Toledo como batería (ambos exSexy Sadie), además del británico Chris Taylor al bajo. Los cinco forman un todo concentrado que sabe llenar los huecos que va dejando la exclusiva voz de Eva. Una fiera sobre el escenario. Presumieron de temas nuevos –el doloroso Riazor, la conmovedora Robin Hood, o el nuevo single, Hoy es el principio del final- intercaladas con las que van en la mochila: Moriría por vos, Días de verano o una acústica Sin ti no soy nada.

El final fue de traca. Una palabra gigante parpadeaba desde el fondo del escenario: Revolución. Eva, megáfono en mano, gritaba la canción del mismo nombre horas después del llamamiento a la manifestación tras los nuevos anuncios de recortes en las...

EXITUS

El nombre de la primera novela de Antonio Luque –escritor, bloguero y cantante que responde al nombre de Sr. Chinarro– detalla con gran precisión las muchas salidas vitales que trazó en su concierto, en el patio de columnas de Viana, el pasado sábado noche. Fue el último de un ciclo alentador, diseñado por Fernando Vacas, que esperamos se reproduzca pronto por sus precios populares, sillas a lo cine de verano, faroles y buganvilla como decorado de mucha finura, irónica y melancólica, en este cierre.

Chinarro, alto, grave, barbudo, canoso y solo parecía haber bajado de Las Ermitas cargado con su guitarra con el único objetivo de disparar canciones llenas de intención. De ¡Menos samba! , su disco 12, sonaron muchas. Letanías pop que van del derecho al roce a la ley de Murphy como ideología y que, en general, han saltado del modo triste de ver la vida al modo de alguien que ha encontrado su lugar en el mundo. Chinarro se explica a sí mismo de esta forma con, por ejemplo, La plaga , unas sevillanas-protesta en las que no se avergüenza de tirar del folclore andaluz para demostrar que con él se puede ir más allá de lo rancio. Hubo otras, principalmente de Presidente Ronroneando, aunque también avistamientos de El mundo según El fuego amigo ; sobrevino el violonchelo del cordobés Antonio Fernández en las finales aportando aún más gravedad a las melodías, y vimos partituras volar por un patio lleno de chinarristas.

El público fue como “una presencia en un concierto raro”, en palabras del compositor andaluz más raro. Aún más lo fue cantar delante de la paloma de Cajasur –¿es necesaria la visible iconografía del pasado cuando han llegado los buenos tiempos para la lírica a la Fundación?–, aunque de lo más natural hacerlo sin ninguna clase de aparataje para que pudiésemos bucear de lleno por las letras rescatadoras de este poeta del pop. Chinarro, “un número uno” según su amigo J de Los Planetas, estuvo sembrado haciendo la más exacta definición de Córdoba que recuerdo: “La ciudad mola. Parece un decorado. Supongo que eso es bueno”. Ay. Menos mal que aún quedan exitus .

LA COLMENA (I)







































El edificio antes conocido como C4 –nacido como una panal blanco a esta orilla del Guadalquivir- representa, como en la novela de Cela, la colmena de una ciudad que vive “una mañana eternamente repetida”. Hasta llegar a su tecnológica fachada-pantalla se partió de una secuencia geométrica muy sencilla “con la que se consiguen múltiples variaciones”, en palabras de uno de sus arquitectos, Enrique Sobejano. Lástima que esta teoría arquitectónica aun no se haya aplicado al contenido y al uso que tendrá el edificio.

La lucha porque la colección Citoler se quede a vivir en Córdoba ha sido muy estimulante durante los últimos años, pero mucho me temo que ahora carece de sentido al haberse configurado, para bien o para mal, una nueva época. Si concebimos como un disparate los 20 millones de euros invertidos en este edificio de futuro ¿cultural? incierto, no se debería cometer otro invirtiendo un pico que no tenemos en una colección de arte. Nos corresponde sustituir las lluvias de dinero de ayer por conductas más innovadoras y sostenibles. Y no es de recibo que en esta realidad sin fondos para mantener la sala de Puerta Nueva, en donde precisamente se exponían los premios de fotografía que llevan el nombre de Pilar Citoler, se invierta el dinero que no existe en las obras de arte de la coleccionista. Además, está demasiado cerca, salvando las distancias, un caso de características similares: el del ambicioso Museo Carmen Thyssen de Málaga. Una colección, con su correspondiente museo en el centro de la capital, que ha defraudado por su recorte de calidad expositiva, por una tibia acogida y una opaca gestión que ahora suma la desconfianza en una baronesa sin cashque pretende recuperar el uso de sus cuadros antes de lo que prometió.

HISTORIAS DE LA RADIO







































En la película ‘Días de radio’ una familia se sentaba alrededor de un transistor permanente encendido y conocía la realidad a través de él: escuchando noticieros, música, seriales lacrimógenos, concursos o crónicas deportivas y de la alta sociedad. Woody Allen narró como nadie la época dorada de la radio en la América de su niñez, la de los años 40. Y mientras en ese Nueva York real de la infancia del cineasta se radiaban combates de boxeo desde el Radio City Music Hall, en la Córdoba de EAJ-24 (hoy Radio Córdoba) se contaba desde Linares la muerte de Manolete. En ambos puntos del planeta, la magia y la cercanía de las ondas hertzianas estaba en lo local. Ahora, al menos en España, no.

La radio local agoniza en nuestro país. Primero por falta de medios y ahora a golpe de ERE. En Francia se protege legalmente la fragilidad de las emisoras pequeñas frente a los grandes grupos de comunicación impidiendo que por problemas económicos desaparezcan o tengan que integrarse en cadenas nacionales. En EEUU, con modelos de prensa a años luz de los europeos, el de la radio va desde la periferia al centro: la agrupación en cadenas se realiza a partir de las emisoras locales, pensándose más en el modelo a desarrollar que en qué institución (política) concede las licencias.


Frente a lo planetario, lo local evoca, como dice Balandier, aquello que se puede ver, tocar y ser comprendido. En lo local se construye la personalidad social y, por eso, en las autopistas de la comunicación de este siglo se escribe cada vez más con tintes locales. Pero la radio prefiere llevar las luces cortas e ir por carreteras secundarias para aligerar el peso de sus voces. Así que no será el video ni el cine ni la tele quien mate la estrella de la radio, es Saturno quien está devorando a sus propios hijos acabando con el modelo de radio local. Mis por siempre compañeros de la SER callarán sus micrófonos mañana  para gritar llenos de rabia y de tristeza. Vayan estas líneas por ellos y por ese lugar mágico llamado Radio Córdoba.